PLUMA INVITADA
En el país del olvido
Hace unos años fui comisionado por un juez de Florida para notificar en Guatemala a la familia de una niña que estaba al cuidado de un orfelinato estatal. Viajar a la recóndita aldea Suntelaj, en tierra Q’anjob’al, era necesario para que la niña obtuviera un hogar. Aunque la mía era una tarea judicial, el recorrido en busca de esa familia me hizo penetrar los Cuchumatanes, donde conocí los lugares más bellos que jamás habría podido imaginar.
Después de El Mirador, se toma rumbo hacia el Norte, donde un hilo de caminos bordea las más altas montañas del istmo; una tras otra, brotan como cadena interminable de verdes explosiones naturales, masas entre nubes, entrelazadas por los valles más abismales que la tierra haya podido forjar.
Habría que ser poeta para describir con justicia la mística belleza que teje los parajes de esa noble región. “Oh caros horizontes, oh ya dormidos montes, el alma os saluda”, permitidme contemplar.
El corazón de los Cuchumatanes es compartido por los pueblos chuj y akateko, en convivencia con su cultura madre, la q’anjobal. Ocho municipios del norte de Huehuetenango los alojan: San Sebastián Coatán, San Mateo Ixtatán, San Miguel Acatán, San Rafael la Independencia, San Juan Ixcoy, San Pedro Soloma, Santa Cruz Barillas y Santa Eulalia. Todos son epicentros activos de la emigración masiva guatemalteca. En efecto, la migración está hoy presente en cada esquina y cada cuadra de estos municipios y sus cantones.
En el mapa de EE. UU. se ubica una centena de estas comunidades, asentadas de costa a costa, de norte a sur. Desde Los Ángeles y ciudades anexas, hasta la otra esquina, en lo alto de Ohio; desde Oregon en el Pacífico Norte, hasta el Atlántico Sur de Florida. En todas se ve el empuje y perseverancia de nuestra gente, lugares donde no hay cupo para contemplaciones paternalistas. Es en estos templos del emprendedurismo moderno donde hoy crecen jóvenes guatemaltecos, como Marcos Andrés Antil.
Hoy saludo con alegría a Prensa Libre, por designar a este joven valor como Personaje del Año 2014. Un homenaje meritorio para él, no solo por lo que vivió y logró, sino especialmente por lo que representa.
Los pensamientos de Marcos reflejan sabiduría y esperanza. Nos invita a todos a la unión, para enfrentar el futuro. Se enfoca en la educación, como fuente del progreso. Nos llama a sanar heridas. Rebosante de actitud cívica, propone la participación sin temores y libre de prejuicios. Su serena filosofía refleja la esencia de la mística sierra que lo vio nacer.
En Guatemala nos quejamos frecuentemente de la falta de liderazgo. Reclamamos un vacío que no lo llena la clase política. Decimos que aquí nos faltan héroes. Pero, ¿qué más héroe puede pedirse que alguien que sufrió y superó lo que Marcos y que ahora propone un mensaje tan incluyente? ¿Estamos preparados en este Valle de la Ermita para exaltar el heroísmo de alguien que abraza su identidad indígena? O, ¿Estamos condenados a continuar abrazando la herencia de pensamientos “Banuseanos”?
Ojalá que este reconocimiento sea precedente en nuestra sociedad, que aún está en deuda con quienes residen en el extranjero. Que la imagen de Marcos impacte durante el 2015 en el ideario social. Comencemos por eliminar etiquetas obsoletas sobre lo que es un ‘migrante’. Que el Gobierno, por su parte, inicie, cuando menos, por equilibrar el gasto público en relación con las necesidades de este segmento poblacional y que reconozca la necesidad de revisar profundamente la filosofía de las políticas de atención consular.