CATALEJO

Escribir prólogos es especial honra

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AYER TUVE UNA ESPECIAL honra: participar en la presentación del libro Sobrevivir al Periodismo, del colega Byron Barrera Ortiz, quien en 1981 fue vicepresidente, conmigo en la presidencia, de la Asociación de Periodistas de Guatemala. Poco antes, en mayo, Byron me pidió hacer el prólogo del libro, y lo hice por primera vez y con enorme satisfacción. El texto narra la historia personal de un periodista de abierta ideología de izquierda, pero no panfletero del periodismo, razón por la cual agregó a sus enemigos ideológicos a otros de su mismo modo de pensar, pero verticalistas, fundamentalmente antidemocráticos, por lo cual fue colocado en medio del rechazo de los dos tipos de enemigos durante el tiempo de la superada Guerra Fría.

EL ACTO TUVO LUGAR en el salón mayor de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Carlos, bautizado con mi nombre hace un par de años, y tuvo las características de sencillez de ese tipo de actividades con estudiantes. Me sorprendió agradablemente el número de ellos, dispuestos a escuchar unos retazos de la historia nacional, relatados por el autor de la obra, el prologuista y el muy estimado colega Haroldo Shetemul. Las intervenciones tuvieron lenguaje sin oropel ni exageración. Se cumplió el viejo axioma de ser el periodismo historia escrita a la carrera, con lo cotidiano, muchas veces atestiguado de primera mano y con un esfuerzo de balance muy útil cuando posteriormente los historiadores lean esos trabajos.

A MI CRITERIO, ESTE LIBRO es importante porque no se trata de una defensa oficiosa de acciones de uno u otro bando en los peligrosos años ochentas, y porque ese relato es un intento de contar una verdad —la propia, la sufrida o vivida por uno en persona. Existen otras verdades, a veces contradictorias o superiores en la importancia de los hechos. Pero esta obra cuenta anécdotas de la historia de un joven periodista guatemalteco de entonces, relatada por él mismo. No tiene la característica de otros libros enmarcados en la historia nacional de los últimos sesenta años, en medio de situaciones ideológicas internacionales distintas, y convertidas sus páginas en nidos de halagos, exageraciones y a veces hasta mentiras. Por eso vale la pena leerlo.

MI AMISTAD CON BYRON se inició en esa directiva en la APG y se mantiene hasta ahora. En nuestro período ocurrió un episodio dolorosísimo: el 26 de octubre de 1980, a las 8 am, yo iba pasando por la calzada Aguilar Batres y 35 calle. Detenido en el semáforo, vi y escuché balazos a pocos metros. El sicario, frente a todos los automovilistas, cruzó la calle, subió a la moto manejada por otro y se alejó. Me acerqué corriendo y vi a Refugio, esposa de Byron, muerta. Por segunda vez sufrí un asesinato relacionado con el periodismo: el primero fue el de Isidoro Zarco, el 28 de enero de 1970. Amenazado de muerte por carta, debí esconderme por unos días, y Byron se fue al exilio. Los sicarios fueron asesinados esa misma noche.

ES NECESARIO RELATAR este tipo de hechos de hace 36 años porque pocos se acuerdan del riesgo del periodismo y lo critican con saña e ignorancia. Hasta algún alcalde con ínfulas de monarca absoluto insta a la violencia contra los periodistas, así como un aspirante paranoico a la presidencia estadounidense. Como toda obra escrita por un periodista, tiene estilo directo y lenguaje claro. Provocará reacciones porque señala con nombre a personajes en su tiempo importantes, algunos ya fallecidos. La muerte de Refugio me afianzó un criterio: las verdaderas víctimas de los asesinatos de periodistas son quienes enviudan o se quedan sin padre. Byron es, entonces, doble víctima: por el atentado y porque quedó viudo, con sus hijos huérfanos.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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