¿Estadistas extintos?

FRANCO MARTÍNEZ-MONT *

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En el ámbito político, se centraliza el poder en caudillos y esbirros afines a las élites, se promulga una normatividad “homogénea y universal” dosificada con racismo, se erige un ejército autoritario y relativamente leal, nace el Estado finca, el Estado burocrático-autoritario según Guillermo O’Donnell, que luego tendrá matices contrainsurgentes y transnacionales, y donde la nación, nacionalidad y ciudadanía son categorías invisibilizadas, dadas las dinámicas excluyentes de las relaciones sociales de producción imperantes.

Esta atropellada evolución —o involución desarrollista— generó y aún tenemos los resabios de un sistema político-electoral fallido, desde las facciones de los cacos y gazistas hasta la retahíla de maquilas partidarias vigentes.

La crisis de institucionalización de estas organizaciones tiene los siguientes síntomas: a) inconsistencia ideológica —desde la derecha popular hasta la izquierda indigenista—; b) ausencia de plataformas programáticas de largo alcance —enlistamiento panfletero de promesas de campaña—; c) militancismo/dirigentismo político, puesto que no existen liderazgos democráticos integradores de un proyecto de nación; d) precario financiamiento público y desproporcionado financiamiento privado —empresariado y narcotráfico—, e) deficiente territorialidad y vida orgánica partidaria en el interior del país; y f) autoritarismo y nepotismo en nominación a puestos directivos y candidaturas a cargos de elección popular —mítica meritocracia—.

Precisamente, este último aspecto merece una fuerte atención, debido a que todos los precandidatos presidenciales no tienen un perfil de estadistas —Juan José Arévalo Bermejo, Jacobo Árbenz Guzmán, Manuel Colom Argueta y Alberto Fuentes Mohr como auténticos estadistas, aun cuando estos últimos no ocuparon la poltrona presidencial—, ya que adolecen de las siguientes características mínimas: 1) respeto profundo al Estado de Derecho —la Carta Magna como insignia—; 2) personaje ético y versado sobre asuntos del Estado y las relaciones internacionales; 3) visión e inteligencia estratégica —hacer del Estado un instrumento al servicio de la Nación—; 4) gobernar siempre en función del bien común; 5) ferviente defensor de la democracia como régimen político y modo de vida; y 6) sujeto racional, concertador y magnánimo —enemigo de prácticas inescrupulosas y pusilánimes, tal y como lo afirmara José Ortega y Gasset—.

Finalmente, reflexionemos ¿estadistas extintos en Guatemala? ante la encrucijada política —campaña anticipada, hurtos académicos y politización del TSE—.

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