EDITORIAL

Expectativa por los últimos días

La primera jornada hábil de este recién iniciado 2016 comienza una etapa de los últimos diez días del breve gobierno encabezado por Alejandro Maldonado Aguirre y Juan Alfonso Fuentes Soria, llegado al poder en las más inesperadas circunstancias desde que la República de Guatemala fue fundada, en 1847. Estas permitieron el funcionamiento de los mecanismos legales y constitucionales luego de la masiva participación ciudadana para defenestrar al gobierno que ya es calificado como el peor de nuestra historia en cuanto a la lacra de la corrupción.

Un tema histórico casi conocido es la lista de presidentes que estuvieron muy poco tiempo en el poder. Sus nombres muchas veces han sido olvidados, pero es justo mencionarlos. Son ellos: Juan Antonio Martínez, tres meses, 1848; José Bernardo Escobar, 1848-49; Mariano Paredes, dos años, 1849-51; Pedro de Aycinena y Piñol, un mes, 1865; José María Orantes Samayoa, 1882-83, nombrado mientras Justo Rufino Barrios viajó a Estados Unidos; Baudilio Palma, una semana, 1930; Manuel Orellana Contreras, 1930; José María Reina Andrade, dos meses, 1931; Federico Ponce Vaides, tres meses, 1944; Carlos Enrique Díaz de León, un día, 1954; Luis Arturo González López, 1957, y Guillermo Flores Avendaño, 1957-58.

Este dato demuestra que la vida republicana ha sido agitada desde siempre, porque los presidentes de corta duración compartieron con otros de extensos mandatos logrados por burlar las leyes: Justo Rufino Barrios, 1873-85; Manuel Estrada Cabrera, 1898-1920, y Jorge Ubico Castañeda, 1931-1944. A partir de este año los períodos se normalizaron, pero aun así hubo juntas militares en 1957 y en 1982.

Los gobiernos de corta duración, llegados al poder para terminar períodos interrumpidos, tienen la característica de carecer de una fuerza política real, y en el caso de Guatemala esto se debe a las características tan negativas y vergonzosas siempre existentes en el Congreso de la República. El caso anterior al actual fue el régimen encabezado por Ramiro de León Carpio y don Arturo Herbruger Asturias, quienes sustituyeron al nefasto Jorge Serrano Elías, pero que a pesar de la depuración del parlamento no pudieron actuar mejor y debieron dedicarse sobre todo a que se realizaran las elecciones.

En el caso actual, el gobierno se encuentra con una realidad parecida porque los integrantes de este Congreso, con dos o tres excepciones, se negaron a decidir cambios en la Ley de Partidos Políticos que hubieran permitido que el nuevo parlamento, que comienza dentro de diez días, no estuviera infestado de muchos de los mismos irresponsables y maleantes.

El juicio de la historia puede ser benévolo con estos mandatarios de breve período, pero necesitan aprovechar el tiempo para tomar decisiones importantes a mediano y largo plazo. Es posible hacerlo y se debe tener no solo la voluntad, sino la valentía política. Estos últimos diez días pueden servir a los dos actuales gobernantes para ganarse un mejor lugar histórico. Luego de la crisis política del 2015, hay que fijar un rumbo que no sea fácil de cambiar a quienes aborden la nave nacional. Nadie garantiza que lo plantado en las manifestaciones no se marchite.

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