Fair play

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y estúpido enfrentamiento que crece en torno de un futbol tan mediocre como el nacional.

PERO LA RADICALIZACIÓN de las porras recuerda los antecedentes del futbol, cuando era una actividad lúdica de plebeyos. El historiador holandés Johan Huizinga dice en su Homo ludens que el juego es más viejo que la cultura como proceso de socialización. Pero luego el juego se convierte en parte inherente de la cultura y es moldeado por ella, como afirma Jorge Valdano: “El fútbol es cultura porque responde siempre a una determinada forma de ser” y en sus orígenes esa forma de ser era violenta, irracional. En Inglaterra, por ejemplo, formaba parte del ámbito de la guerra y los jugadores usaban como balón la cabeza de un soldado vencido. Esa era la forma de celebrar una victoria. Entre prohibiciones y desbordes populares, el balompié se abrió paso, como un híbrido de esa vieja costumbre lúdica y bélica a la vez.

POR ESO ES EXPLICABLE que en torno a ese deporte hayan surgido tantas formas de violencia, racismo y homofobia alrededor del mundo. El ecuatoriano Fernando Carrión afirma: “El conflicto es consustancial al fútbol, porque encarna una disputa entre dos bandos que buscan la victoria por todos los medios a su alcance”. Los violentos se identifican como barras bravas en Suramérica, hoolingans en Europa y porras o ultras en Centroamérica. El sociólogo argentino Guillermo Zuccoli dice que el futbol deja de ser un simple juego para transformarse en un catalizador social y funciona como punto de ebullición de los humores sociales. El futbol se convierte en pretexto para que las porras busquen quién les paga su frustración social a través de destruir lo que encuentren a su paso.

EN LA GUATEMALA ACTUAL, donde todo se soluciona con la violencia, no es raro que las porras utilicen recursos de las maras para reconocer territorios, emblemas y enemigos por aniquilar. Frente a esa situación solo quedan dos opciones: prohibir el futbol o reglamentarlo. Prohibirlo es imposible porque forma parte del circo que requieren las masas. Entonces, como señala Carrión, es necesario entender y concebir el futbol como la guerra, pero desarrollada por medios pacíficos. Eso significa introducir el fair play o juego limpio. En nuestro país, el fair play pasa por someter a las porras al control de la autoridad, su total desarme, reglamentar el ingreso a estadios y, sobre todo, investigar y capturar a los asesinos de Díaz. Aún es tiempo de evitar, también desde el hogar, que esa violencia irracional nos trague.

@hshetemul

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.