Francisco, papa de la educación
FRANCISCO ES un hombre cuya presencia crea un ambiente de confianza, de familiaridad respetuosa. Parece como si uno lo hubiera conocido de antes, y es claro, se siente el nuevo ambiente en el Vaticano. Recuerdo a Pío XII, cuando era niño, quien me provocaba un poco de miedo: delgado, de nariz aquileña, gruesos anteojos y, sobre todo, lejano. A Juan XXIII lo sentía como un abuelo bonachón, mientras de Paulo VI no recuerdo mucho. Juan Pablo I estuvo demasiado poco tiempo, y su muerte aún no la tengo clara. Juan Pablo II fue el papa joven, dinámico. Benedicto XVI era el teólogo, el filósofo, y ahora Francisco proyecta sonrisa, apertura, sencillez y severidad.
ES PARTICULARMENTE especial escuchar a un papa hablando en español como su idioma materno. En cierta forma es la comprobación del impulso e importancia actuales de nuestro idioma. Lo vi detenerse en su paso al ingresar al auditorio el miércoles, para abrazar a niños, en un gesto cuya naturalidad fue notoria. Y tuvo un gesto particularmente inesperado: cuando el presentador del acto de ayer, el chileno don Francisco, limitó a una sola persona a los representantes de los diarios, cuya actitud fue premiada con un aplauso de los asistentes. En suma, es posible pensar en el papa almorzando en la cafetería de los trabajadores vaticanos, o en un partido de futbol. Fue una prueba clara de una naturalidad humana ajena a los temas del protocolo.
PERO EL MENSAJE DEL PAPA, expresado con voz clara pero muy firme, con convencimiento, agregó unas cuantas verdades, como la imposibilidad de salvar de la crisis actual al mundo y a la civilización de hoy, si no se cambia la educación, y cómo esta no puede ser realizada solamente por los maestros, generalmente mal pagados, a quienes se les recrimina cuando no logran su misión. Su referencia a educar con alegría, a la tarea de los padres de disciplinar a los hijos sin humillarlos ni golpearlos, también debe abrir la mente de quienes participan en la educación, para buscar nuevos puntos de referencia. La fuerza moral de la Iglesia debe integrar el proceso educativo, realizado también por los padres, importantísimos pilares en esta tarea.
ES IMPOSIBLE QUEDARSE sin meditar cuando se escucha al jefe espiritual del grupo cristiano más grande e importante. El papa Francisco mencionó también la búsqueda de la belleza e hizo referencia al arte como uno de los valores que nos dan sentido a todos, como la música, la literatura, la arquitectura. “Decir chicos (niños) es decir futuro”, fue la frase final de su discurso del miércoles. La frase adquirió su sentido total cuando, vía teleconferencia, conversó unos pocos minutos con siete niños de España, Estados Unidos, Brasil e India. Yo me quedé, al terminar la reunión y salir a la lluvia fuerte y fría de la noche romana, con la sensación de haber tenido la oportunidad de escuchar, básicamente, a un maestro, y como tal, sembrador.