PLUMA INVITADA
Gobierno al ritmo del pasito tun tun
Así se denominó, varios años atrás, a un baile que consistía en que la pareja, frente a frente, daba tres pasitos adelante y cuatro para atrás, y tal parece que el gobernante y su camarilla lo aprendieron. Lo inconveniente está en que lo están usando para gobernar.
Si bien dice el adagio latino “humanum est errare” (es de humanos cometer errores), ha sido sana la costumbre de que las personas, ante la necesidad de tomar una decisión difícil, consulten con alguien de su entera confianza, que sea idóneo o versado en el tema. Es de ahí de donde, desde la antigüedad, los reyes, los papas y otros soberanos han contado siempre con consejeros. En la clásica novela El Príncipe y el Mendigo de Marck Twain , se nos relata que el Príncipe en algunas noches se disfrazaba de mendigo y, escapándose subrepticiamente del Palacio Real, iba a los barrios pobres a preguntar y escuchar las opiniones de sus súbditos con relación al reinado de su padre.
El expresidente estadounidense John F. Kennedy (1960-1963), no obstante su grado académico en Harvard, haber sido miembro de la Cámara de Representantes y oficial de la marina de guerra norteamericana, destinó un salón contiguo a su despacho, en el cual dispuso un área con muebles de sala y catres y colchonetas. Ahí permanecía un grupo plural de ciudadanos norteamericanos de distintos orígenes, oficios, culturas y costumbres, en absoluta francachela, a quienes acudía para que le dieran su punto de vista sobre algún tema de interés público atinente a la ciudadanía, incluyendo migrantes, para conformar su criterio. Este grupo, obviamente, era por fuera del Consejo de Estado.
En Guatemala, no es primera vez que el Gobierno toma una decisión y luego se echa para atrás. La ciudadanía no es ajena a eso y su reacción no es tanto de decepción con la administración pública, sino que la situación genera inseguridad.
Esa misma situación está viviendo el pueblo estadounidense respecto del aspirante a la Presidencia Donald Trump, quien se ha hecho multimillonario, sin duda dignamente, pero adolece de una aceptable cultura general. Demuestra carecer de buenos modales, no tiene conocimientos ni experiencia política. En la mesa de noche al lado de la cama de los presidentes está el teléfono “rojo”, cuyo objeto es declarar en un momento dado la orden de activar la defensa o el ataque de una guerra nuclear, y ese es uno de los temores de la ciudadanía que lo adversa.
Ni Supermán ni Mandrake se atreverían a gobernar un país sin un consejo de Estado y un grupo de asesores, pero este no integrado por “cuates”, compañeros de farándula o para devolver favores, sino un gabinete formado cien por ciento por ciudadanos profesionales, no comprometidos con grupos de interés.
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