SIN FRONTERAS

Guías para un año migratorio

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En el cambio del nuevo año, se hace útil plantear algunos temas relativos a las migraciones guatemaltecas, cuyo seguimiento es importante por parte de la prensa y la colectividad. El viernes toma posesión Trump y hay mucho que discutir. Tanto, que un artículo es insuficiente.

Guatemala arrastra un abordamiento histórico del tema con pasividad negligente, resultando de ello una población migrante descuidada, abandonada y justamente enojada. En 2014, desde Washington se implementó una política regional que cooptó nuestra agenda migratoria, confirmando la línea de pasividad frente a quienes ya emigraron; y no fue sino hasta noviembre último que el Gobierno se vio en repentina necesidad de moldear guiones, debido al sorpresivo triunfo de visiones nativistas en la presidencia estadounidense. De pronto, entró el temor de las prometidas redadas y demás amenazas contra el migrante. Entonces, el Estado presionó un botón improvisado, ante el pánico de quedar en demasiada evidencia. Evidencia de revelar que en el Gobierno poco importa la persona migrante, más que para la demagogia, aumentada ahora con el voto presidencial en el extranjero.

Parece increíble, pero aún hoy, en pleno siglo XXI, el primer problema que se debe atender es que el migrante todavía carece de documentos de documentación nacional. Observe este dato: En su audiencia de Presupuesto Abierto 2017, nuestro canciller reveló que, a la fecha, Guatemala ha logrado documentar en EE. UU. a 1.68 millones de guatemaltecos, pero últimamente reconoce que estima hasta 3.5 millones de nacionales viviendo en aquel país. Entonces, 1.8 millones de compatriotas andarían allá, doblemente indocumentados. ¡Escándalo! Esto debe corregirse con políticas que unan acciones desde el Legislativo y que se ejecuten por el Ejecutivo, pues tanto fracaso no se debe únicamente a la lejanía geográfica de las sedes consulares.

Esto lleva a un segundo tema a seguir, que es la anunciada ampliación y fortalecimiento de la red consular. La medida es necesaria y largamente añorada, pues actualmente los consulados son insuficientes. Se aplaude a Cancillería por hacer este esfuerzo. Sin embargo, la selección geográfica anunciada tiene —en mi parecer— aciertos y desaciertos, y sería interesante discutir cómo se fijaron los criterios. Quedan también pendientes de fiscalización los procesos de compra de sedes consulares anunciadas por el presidente Morales, y la designación del personal que sumarán a la fuerza consular.

El último tema que cabe plantear es la interpretación de políticas y estrategia de cara al futuro-versión-Trump. En el tema humano, Guatemala tomó la decisión de aliarse con sus vecinos los centroamericanos, pero también con México. Y en eso preocupa que nuestros funcionarios no consideran que México sea parte del problema. México fue el principal aliado del presidente Obama para contener la migración centroamericana, convirtiéndose en un despiadado filtro, con la implementación del criticado Programa Frontera Sur. Y ahora se suma que el presidente Peña Nieto nombró un nuevo canciller de corte corporativo —y no humano— que precisamente fue quien propició la visita a México del entonces candidato Trump. ¡Vaya aliado al que nos fuimos a arrimar!

Se avizora un 2017 cargado en la agenda migratoria, con otros temas sustantivos, como los flujos migratorios, deportados y retornados, y remesas familiares, que también merecen discusión. EE. UU. y México están dando señales de fortalecimiento conjunto, mientras aquí continuamos con una política ausente y perdida entre una viciada elección del secretario ejecutivo de Conamigua, y un nuevo Instituto Nacional de Migración, cuya vigencia está actualmente estancada. ¿Desastre a la vista? Esperemos que no.

ppsolares@gmail.com

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.

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