CATALEJO
Importancia de las percepciones
LOS SISTEMAS POLÍTICOS de cualquier ideología, tradicionalmente han tendido a planificar, mantener y defender un alto grado de movilidad para quienes se deciden a participar en la conducción de los destinos de un país por medio de utilizar a los partidos como forma de expresión de los intereses de los diversos grupos sociales. La legitimidad de esta acción lleva implícita la idea de un desempeño personal e institucional desde la posición de una mínima decencia, pero también de una serie de términos desafortunadamente olvidados en la realidad de la política práctica, sobre todo en sociedades donde el subdesarrollo generalizado se ha convertido en la causa última de toda la gama de vergonzosas realidades de la vida nacional en todos sus ámbitos.
EN OTRAS PALABRAS, existe un sustrato de ética, la rama de la filosofía encargada de calificar cuándo una acción humana es correcta y cuándo no lo es. Se debe recordar la imposibilidad de unificar el significado de esta ciencia de la conducta humana con el concepto de legalidad. Obedecer a una ley puede ser incorrecto, como también su aplicación y su interpretación. Alrededor del concepto ético giran otros, igualmente importantes, como integridad, virtud, honorabilidad, vergüenza, decoro, respetabilidad, dignidad, respeto, estimación de la propia honra, recato, decencia, probidad, rectitud, pundonor, y otros más cuyo significado en el Diccionario es no sólo comprensible, sino permite entender la importancia de estos valores.
POR APARTE, ES VÁLIDO VER a la Política —así, con mayúscula— como la veía Platón, para quien es la más importante actividad humana, según mi interpretación personal, y al mismo tiempo tomar en cuenta la idea de Aristóteles de considerarla como una de las posibilidades del ser humano. Tema complicado, por supuesto, pero digno de ser señalado para encontrar base a algunas de las exigencias para quienes en la actualidad ejercen la política, tanto en el papel de actores activos, por decirlo así, o de actores pasivos. Es en este campo donde comienza a asomarse la importancia de la percepción de estos últimos acerca de las acciones de los primeros. Ello no implica, claro está, identificar a imagen con esencia, a forma con el fondo.
EL CASO DEL MAGISTRADO Charchal, quien debe ser sometido al criterio de diputados participantes en una comisión integrada por sorteo, es ejemplo de la importancia de la imagen y la percepción. Tres de estos diputados votaron a favor de él para llevarlo a la magistratura. La percepción inicial puede ser la de considerar imposible un voto para enviarlo a los tribunales. Esto se basa en la larga historia de ejemplos de contubernios y componendas politiqueras ocurridas desde hace años en el sistema político-judicial del país. Sin embargo, también se puede argumentar lo contrario: será enviado a juicio porque de esa manera los pesquisidores se bañan en agua de rosas y en todo caso un veredicto favorable afectaría al sistema de justicia.
LOS OCHO DIPUTADOS multitránsfugas oficialistas también ponen a prueba la percepción popular. Enviarlos a ser juzgados no necesariamente significa culpabilidad, y ello debe ser señalado con claridad, pero la realidad política nacional no ayuda a despertar la confianza a la hora de surgir un veredicto de no culpabilidad. En este caso, la Corte Suprema de Justicia también tiene en su contra la serie de decisiones discutibles y muchas veces inexplicables de la entidad a lo largo de los últimos años y con magistrados distintos. Los últimos acontecimientos del país en cuanto al juicio como parte inicial al castigo de quienes actuaron en la política con el convencimiento de salirse con la suya, también encajan en la exigencia nacional de cambios fundamentales.