SI ME PERMITE

Inclínese por lo piadoso

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“El que no sirve a Dios en donde se encuentra, no servirá a Dios en ninguna otra parte.” Charles Spurgeon

Estamos en el último mes del año y es el tiempo en que se pone a prueba nuestras normas y convicciones de lo que hacemos o dejamos de hacer. Sea esto en forma individual o bien en nuestras relaciones sociales.

En estos días las relaciones interpersonales tienen la oportunidad de ser reevaluadas y ¿por qué no? mejoradas. Pero estas también se proyectan por extremos sociales, los cuales no son malos, sino que deben tener una moderación para que tengan el sentido correcto.

Muchas prácticas religiosas tienen una dimensión particular según la formación que hemos recibido o bien según nuestras decisiones personales. Por ello vemos formas muy particulares de vida y práctica. Pero si en las prácticas más piadosas no se pone un interés y sentido personal, pueden llegar a ser simplemente practicas rutinarias que cuando las repetimos valdrá simplemente el tiempo que llevamos haciéndolas y no tanto por el sentido que pueda tener esta práctica en nuestra vida personal.

Cada individuo internamente tiene la capacidad de la reflexión y autoanálisis para definir por qué y cómo ha de hacer las cosas, y no simplemente porque el otro lo hace uno también lo debe imitar. Debemos admitir que en la sociedad tan secularizada en la que nos ha tocado vivir lo que más se sacrifica es lo piadoso en nuestras prácticas cotidianas, sobre todo perdemos ese rumbo cuando las hacemos porque simplemente las heredamos o aprendimos de forma automática.

Cada uno de nosotros debería tomar unos momentos y evaluar y reflexionar por qué hace lo que hace y si se hace simplemente por rutina o le está poniendo vida, sentimiento y valor. Por ello lo piadoso no es algo que se exhibe, sino que en lo más íntimo de nuestro ser es un ingrediente que se tiene, y cuando hacemos lo que hacemos poco importa cómo otros lo perciben o entienden.

Cuando aceptamos que lo más difícil en la vida es vivir como uno mismo acepta ser y por las convicciones que tiene, y no como el resto de los seres mortales que nos rodean viven, es cuando debemos cultivar la piedad como el ingrediente que nos orienta para vivir en paz con nosotros mismos porque sabemos por qué hacemos lo que hacemos y con quién lo hacemos también.

Lo anterior nos despierta a la realidad de que lo piadoso de la vida no es asunto de improvisación y mucho menos de complacer a otros. Por el contrario: es cumplir un deber que nos hemos asignado y nos gratifica el deber cumplido en el tiempo y lugar correcto.

Aceptemos que las carreras y el trajín en que nos hemos embarcado consciente o inconscientemente, y agregado a eso, al bombardeo que genera el medio y la gente que nos rodea, poco nos permiten ser lo que nosotros debemos ser y terminamos complaciendo a todos, menos a nosotros mismos, y por ello las frustraciones y vaciedades que son nuestro pan cotidiano.

¿Por qué no tomar un momento en reflexionar en nuestros principios y también a las normas que nos hemos adscrito como individuos? Hagamos las cosas con la mayor piedad para que podamos vivir en paz, aunque nadie nos esté acompañando. Porque de nada ayuda acompañarnos de todo el mundo y vivir en conflicto con nosotros mismos.

Seamos, pues, hombres y mujeres piadosos, no para lucir, sino para que en la rutina de nuestros deberes y obligaciones pongamos el ingrediente que da sentido y razón a lo que somos. Porque lo más esencial de la vida que podemos tener es un corazón piadoso.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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