EDITORIAL

Inexorable avance hacia los cambios

Solo en la clase política pareciera que la corrupción no hace mella, pues aunque pretenden no darse cuenta de lo que ocurre en Guatemala, más bien asumen una actitud de descaro ante las protestas y las presiones de varios sectores y hasta de desafío hacia ciertas demandas que la población les plantea, ya sea en las calles de las principales ciudades del país o por medio de numerosos comunicados en los que diversas fuerzas cívicas les instan a emprender las reformas de un sistema que está agotado.

En menos de tres meses han sido detenidas y sindicadas por actos de corrupción más de cien personas, entre ellas tres de las más altas cabezas de la Superintendencia de Administración Tributaria, en la mayoría de esos casos por defraudar al propio sistema o por supuestamente cobrar altas comisiones por hacerse de la vista gorda en la recaudación de impuestos. Una vergonzosa situación que llevó a varios de ellos a establecer y participar en redes de corrupción cuyo impacto más directo se reflejó en el monto de los tributos.

Pero son muchas las personas e instituciones señaladas por actos de corrupción, y en esa vorágine de denuncias aparecen los tres poderes del Estado y muchos otros personajes y familiares de quienes ostentan puestos públicos. Entre estos destacan diputados, jueces y algunos alcaldes que han incurrido en un excesivo abuso de poder, al punto de que muchos de ellos incurren en descaros como pagarle un millón de quetzales a un cantante extranjero, recursos que seguramente son mal habidos.

Los que sorprende, entonces, es que ante tal cúmulo de denuncias e investigaciones en marcha, los principales líderes de los grupos más señalados pretendan no darse por enterados y se resistan a emprender un cambio en el sistema. Solo la desfachatez y la testarudez pueden explicar actitudes de abierto desafío y ataque en contra de quienes reclaman cambios. Sin duda son presas de la desesperación y por ello es que todavía pretenden bloquear cualquier posibilidad de transformación de un modelo que tiene los días contados.

Muchos de estos políticos deberían empezar por comprender que Guatemala no es un país que esté aislado del concierto de naciones. De hecho, nuestra posición geoestratégica es tan determinante que mucho de lo que aquí se hace o se deje de hacer tiene repercusiones que nos mantienen en el radar de la primera potencia mundial y en consecuencia constantemente nos estarán recordando las prioridades que se deben cumplir, y una de ellas es que la corrupción ha empezado a ser fuertemente cuestionada porque a su vez estas prácticas debilitan a las instituciones y hacen más vulnerable al Estado.

También se debe entender que Guatemala es uno de los países más necesitados de la cooperación internacional y que muchas de las naciones donantes han aumentado sus presiones sobre las actuales autoridades para que se trabaje seriamente en una transformación de esa realidad.    Lamentablemente, es un escenario que hasta hoy el principal dirigente de la oposición y el gobernante de turno se resisten a atender, sin importarles que las consecuencias de esa obcecación las paguen quienes más requieren la ayuda del exterior.

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