Inmorales

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De un lado, tienen declarada una “guerra” contra todo lo que pueda representar desarrollo o progreso, siempre que no sean ellas/os o sus amigas/os quienes estén detrás de la gestión rentista de los proyectos, generalmente a través de organizaciones u ONG suficientemente conocidas, al igual que los actores y financistas. ¡No hay duda de ello!

De otro, sustentan la violencia extrema que aparentemente repudian, rechazan y censuran solamente contra ciertos sectores o cuando afecta a sus intereses, contradicción discursiva ejemplificada en casos como los de Los Pajoques y Barillas en contraposición al de Totonicapán, por ejemplo.

Hábil y profusamente condenan en el segundo, pero ocultan y terminan culpando a las víctimas o a entidades externas privadas en los otros. Un espectacular montaje de desinformación e ingeniería mediática goebbeliana —acordada y pactada entre los actores— que proyectan en artículos de opinión, informes de situación, comunicados o por medio de redes sociales, en las que todas/os ellas/os convergen en el mensaje, el lenguaje y la forma.

La reacción visceral y hepática de ese gallinero altoparlante no se hace esperar cuando son descubiertos y expuestos, cacareando al unísono acusaciones de racismo, machismo, fobias diversas o extranjerismo, telón de fondo, en definitiva, del espectáculo deplorable de su actuar que necesitan maquillar u ocultar. Todo ello son acciones que constituyen salidas necesarias y extremas para escapar cuando son desenmascarados públicamente, sobre todo por el costo económico que les representa en futuras donaciones y en el mantenimiento del modelo  que perpetúan.

La democracia es el sistema que más autoridad requiere, decía un secretario general del partido comunista de España, y cuando las urnas no otorgan el triunfo —ni siquiera significativo— hay quienes lo aceptan, aunque sea resignadamente  —demócratas— y otros que, inconformes, promueven la ilegalidad y la violencia mas o menos extrema —autoritarios—.

Ellas y ellos, pertenecen a este último grupo de enmascarados con careta superpuesta al verdadero rostro, luchan por cualquier medio y repiten mensajes de paz, concordia, integración y reconciliación mientras en túneles, reales o imaginarios, almacenan y activan el odio más vil y justifican o ignoran —según el caso— la violencia más cruel e indiscriminada.

Son maquiavélicos practicantes que se dejan ver cada vez con mayor claridad y cuya evidenciación incide negativamente en sus bolsillos. Su principal activo en el currículum vitae es la inmoralidad más consolidada, aunque la pretendan esconder tras una falsa y roída sombrilla de “años de lucha por los derechos humanos” o como militantes de grupos de la “sociedad civil” por mejorar la democracia. Si al menos fueran consecuentes con su actuar, podrían contar con un mínimo respeto del que carecen por su puritana inmoralidad, tal cual sepulcros blanqueados.

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ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.