PLUMA INVITADA
La administración hospitalaria
La Administración Hospitalaria es una especialidad enfocada a la autonomía de la gestión de los servicios y las instituciones hospitalarias.
Actualmente, en Guatemala, una universidad privada cuenta con una maestría en Administración Hospitalaria, que llena un vacío que ha existido en este y otros países.
La dirección hospitalaria incluye, además de los servicios médico-quirúrgicos, la adquisición de equipos e insumos varios y los medicamentos. Pero como esta humanitaria acción esencialmente corresponde al Estado, al igual que la educación pública, se ha politizado, incluyendo los servicios que corresponden a la Seguridad Social, que en teoría es una institución autónoma, al servicio de los trabajadores. La administración hospitalaria debería ser encomendada a un administrador de empresas y a un director médico.
Parece que, aproximadamente hasta 1978, en la administración pública solo hubo “pulpitos corruptitos” que a partir de esa época crecieron y engordaron a nivel de la Presidencia y del Congreso. Hasta ese momento las compras hospitalarias de medicamentos eran así: los directores contaban con un administrador. El director con el grupo de médicos elaboraba la “Terapéutica Dirigida” a seguir para el año siguiente y, por medio de los agentes vendedores y visitadores médicos de las empresas proveedoras hacían el pedido necesario, con el que surtían mensualmente la farmacia del hospital. Los agentes y visitadores llegaban mensualmente, presentaban al administrador las facturas del mes anterior a cobro, inventariaban los saldos de los medicamentos que les correspondían; la administración cotejaba facturas, elaboraba la solicitud del respectivo cheque de pago, los saldos de existencias y el nuevo pedido. Ese papeleo lo presentaban al médico director, para su revisión y firma, los devolvía al cajero y este entregaba el pago, reteniendo los comprobantes.
Así de sencillo. Nunca hubo manifestaciones reclamando salarios de los empleados de Salud Pública, de ciudadanos quejándose por falta de insumos o deudas multimillonarias a proveedores, ni muertes numerosas de pacientes mayores o infantes, ni partos a 10 metros del hospital. Parece que los “pulpitos gordos” son altamente virulentos porque el IGSS está en agonía, por contagio.
Lamentablemente, la administración pública, desde aquel 1978, fue erradicando sin miramiento a funcionarios de alto rango, eficientes, de frente en alto, honorabilidad reconocida, sin caras ni caretas horripilantes, y fue sustituyéndolos por personas lábiles, o sea que resbalan y se deslizan fácilmente en los terrenos del compadrazgo y la corrupción.
Por lo que se ve, no han sido suficiente escarmiento los juicios y la larga sentencia que aguardan nuestro anterior presidente y la exvice, porque, según se dice, las campanas siguen diciendo en su tañir, dan, dan, darán.
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