LA ERA DEL FAUNO

La Cometa, de Andamio Teatro Raro

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Favoreció a Luis Carlos Pineda distanciarse de montajes teatrales más o menos realistas, esos donde hay plomazos pregrabados, con pistolas de plástico que resuenan escandalosamente ¡pum! ¡pum! en toda la sala, seguido de llanto y la caída de rodillas de un cuerpo junto a otro desfallecido. Entró Luis Carlos —hace ya años— a crear escenas más complejas, más efectivas donde lo impactante cede paso al diálogo de la conciencia.

Aun cuando dedico este primer párrafo a reconocer la trayectoria del dramaturgo, investigador y director teatral Luis Carlos Pineda, cuya más reciente puesta en escena es La Cometa, lo que pretendo explicar a continuación es lo valioso y excepcional de Andamio Teatro Raro. Las puestas en escena de este grupo superan varios niveles de complejidad. El primero es que expone realidades históricas dolorosas, como esta obra que trata sobre las secuelas de los asesinatos y desapariciones ejecutadas por el Ejército durante el conflicto armado.

Por mucha trayectoria que posea el ser humano/actor, ha de resultarle difícil dar vida a esa tenebrosa realidad. Y encima, interpretar al torturador, al despreciable. Aquí, se complica la situación, porque luego de hacer contacto documental con ese pasado, hay que teatralizarlo. ¿Cómo combinar ficción y realidad sin privilegiar a uno u otro para que comunique la esencia? ¿Cómo ficcionar la crudeza sin reblandecerla? En otras palabras, ¿cómo llevar el crimen a la teatralidad?

Por una parte, Teatro Raro evita que fisuras de fantasía teatral muten en mentira ficcionada; por la otra, elude la reproducción en bruto de tan sangrienta realidad. Eso es algo difícil de conseguir. Lo fácil sería montar escenas lo más realistas que se pueda, una suerte de vestigios actorales estanislavskianos donde se diera énfasis a la interpretación del sufrimiento tras los plomazos ¡pum! ¡pum!

Otro nivel de complejidad es la búsqueda del consenso escenográfico que permite construir el teatro pobre de Grotowski con las buenas posibilidades de la sala, en este caso, del teatro Lux, donde se presenta La Cometa, con el respaldo del Centro Cultural de España. Esto es, casa lo pobre con lo medianamente burgués. Esa combinación de trabajo actoral, escenografía y vestuarios sobrios, pero con presupuesto, más un texto que interpela a la conciencia del público son abrazados por el estudio de iluminación diseñado por el maestro Josué Sotomayor.

Margarita Kénefic, Rubén Ávila, Camilla Camerlengo, Barry Goldwasser, Daniela Castillo y Claudio Padilla generan una energía que se expande por entero. La sala se inunda de su ímpetu. Transforman la carga negativa documentada en energía transformadora para la conciencia. Son un colectivo disciplinado, profesional, apasionado. No hacen teatro exquisito. Tampoco grotesco. Teatro Raro me parece antropología forense teatral.

La trama, además de señalar los crímenes de Estado, critica los problemas de convivencia entre los activistas tras años de lucha; el desgaste que surge. Es un espejo del machismo y las deficiencias intelectuales que hay entre líderes o grupos que se estancan en discusiones ruidosas.

Teatro Raro se formó desde 2004. La primera obra suya que presencié fue Tierra, en su sede dentro del Teatro de Bellas Artes, en una sala para un público de solo 20 personas.

Hoy es la última función. Obra recomendable para estudiantes de universidades privadas y colegios adheridos; militares jóvenes, en formación; historiadores aún confundidos, gente apolítica, y para ciertos columnistas, jueces y magistrados que no van al teatro desde Los árboles mueren de pie.

@juanlemus9

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