EDITORIAL

La diplomacia y la soberanía

Las declaraciones del embajador estadounidense, Todd Robinson, el jueves anterior, auguran una tormenta político-diplomática, al haber señalado que la soberanía ocupa el último lugar en su lista de prioridades “cuando hay gente muriendo de hambre en Guatemala”, y que no le importa si sus palabras ofenden a alguien. Esta es la más reciente vez en que sus opiniones causan sorpresa y despiertan sentimientos encontrados en cuanto a asuntos internos guatemaltecos.

Al respecto, se debe señalar que los ciudadanos no son insensibles a las muertes infantiles, y tienen conciencia de muchos temas antes poco conocidos, debido a la indudable influencia de las redes sociales y de los medios electrónicos. Si bien esa ciudadanía aceptó el apoyo estadounidense y del resto de la comunidad internacional en las expresiones públicas de rechazo a los excesos del gobierno Pérez-Baldetti, tal posición puede cambiar si el abrupto vocabulario escogido hace resurgir sentimientos críticos entre los sectores pensantes del país.

Este asunto se relaciona con el llamado a la reflexión hecho por el Nuncio Apostólico Nicolás Thevenin, en referencia a la Convención de Viena, que señala los límites de acción de los diplomáticos. Da la impresión de que las palabras del embajador estadounidense de alguna manera constituyen una respuesta, porque el delegado vaticano se refirió a moderar la acción diplomática y respetar la soberanía nacional.

Las relaciones-guatemalteco-estadounidenses son y han sido muy importantes para el país. Ciertamente algunas de ellas, como los sucesos de 1954 o los experimentos médicos de 1950, por los que el presidente Obama pidió excusas, encajan en un marco histórico muy distinto y lejano, pero no se les puede negar su calidad de constituir un telón de fondo.

A eso debe añadirse que, si bien la diplomacia de hoy es distinta, debe mantener criterios tradicionales básicos, como es manejar algunos asuntos de las relaciones entre Estados dentro de la discreción, con el objetivo de asegurar una mejor efectividad. Otro tema muy importante es el cuidado que los diplomáticos deben tener en sus declaraciones a la prensa, cuyo válido papel es preguntar para publicar, porque los medios informativos no son la vía adecuada ni prudente para ese manejo de las relaciones entre Estados. Todos queremos el bienestar de Guatemala, que tiene sus realidades, su ritmo, y que va subiendo: que la población no salga a las calles tampoco implica falta de información e interés.

Dentro de las posibilidades que deben ser consideradas, a juicio nuestro, está evitar una “diplomacia mediática” y promover una reunión de alto nivel entre la representación diplomática estadounidense y las autoridades guatemaltecas, con el Nuncio como testigo de honor. Se agradece la cooperación y el interés, pero el manejo de relaciones entre países tiene su propio arte, su propia ciencia, sin olvidar que en la diplomacia, la forma también es parte el fondo y por ello se requiere delicadeza. En este esquema, lejos de estar en el último lugar, la soberanía es prioritaria y la conciencia de la importancia del papel de quien vierte declaraciones también debe serlo.

ESCRITO POR: