La escala torcida
La improvisación en el gasto es una enfermedad endémica de los gobernantes de turno. Tal es la deficiencia en el diseño, planificación e implementación de programas que cada cuatro años se repiten los errores y actos de corrupción gracias a mecanismos bien aceitados por los agentes políticos. La ciudadanía poco tiene que ver en este reparto de privilegios, precisamente por la falta de fiscalización y el nulo acceso a la información en las instituciones, algo que podría remediarse paulatinamente con una buena estructura de servicio civil en todas las dependencias públicas.
Esa improvisación queda de manifiesto en la ejecución del presupuesto. Un informe del Grupo de Apoyo Mutuo indica que en los últimos 20 días de diciembre, los ministerios gastaron dos tercios de su presupuesto, y muchas de esas operaciones fueron realizadas por compra directa y por excepción. Esta apresurada manera de ejecutar el gasto arroja una duda importante sobre la capacidad operativa de esas carteras y los encargados de sus respectivos programas.
En la escala de prioridades queda, entonces, la duda de cómo se establece la importancia de la inversión. Si no es en salud y educación, esa escala está terriblemente torcida y sus objetivos requieren de una revisión profunda. La niñez y adolescencia de Guatemala son el sector más marginado del país y esa marginación se ha institucionalizado desde los tres poderes del Estado. A la falta de recursos para suplir sus necesidades básicas de alimentación, salud y educación, se suma una legislación poco orientada a su protección y un sistema de seguridad y justicia incapaces de resguardar su integridad. El alcalde de Almolonga autorizó la boda de una niña de 12 años y ninguna autoridad ha reaccionado ante semejante crimen.
Y para ponerle el pomo al frasco, 184 guatemaltecas y guatemaltecos —vale la diferenciación— han muerto por causa de la violencia criminal en los primeros 11 días del año, marcando el ritmo para el 2015. El informe presidencial fue una obra maestra del surrealismo chapín y retrata de cuerpo entero la actitud del sector político, cuyas prioridades se enfocan en sí mismos dejando a la población a merced de algunas de las fuerzas más sanguinarias del crimen organizado de todo el continente.
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