EDITORIAL

La gravedad del caso La Aurora

Aunque el actual gobierno ha puesto atención a la urgencia de cumplir con las 87 recomendaciones de la Organización de Aviación Civil Internacional (Oaci), es importantísimo señalar la relación que tiene este asunto con la imagen a escala mundial de Guatemala respecto de la seguridad aérea, tema cuya importancia está fuera de toda duda y discusión.

La posibilidad de que la Oaci baje de categoría al aeropuerto más grande del país debe llamar a la reflexión sobre las consecuencias catastróficas y casi irreparables que una disposición de esa naturaleza implicaría, porque despertaría en el complicado mundo de la aviación civil una sensación de que volar a Guatemala es peligroso, como consecuencia del descuido del Gobierno o de que no son respetadas las normas de seguridad aeroportuaria.

En esas condiciones fracasarían —aunque fueran muy buenas— las campañas para fomentar el ingreso de turistas al país y las que buscaran convencer a más líneas aéreas internacionales, sobre todo europeas, de prestar servicio a pasajeros que deseen visitar Guatemala sin que sea obligatorio pasar por lugares como Miami, por ejemplo, cada vez más problemáticos a causa de las numerosas aunque necesarias y justificables medidas de seguridad.

Así como hace años el principal obstáculo para convencer a los operadores internacionales de ofrecer servicios turísticos para el país era la inseguridad causada por el enfrentamiento armado interno, ahora se unen dos factores de inseguridad. Uno, la delincuencia, problema que comparten muchos otros países, y el otro lo representa la incertidumbre porque el aeropuerto principal del país no cumple con las condiciones internacionales ni con mínimas comodidades como aire acondicionado, servicios sanitarios y demás.

Se debe señalar que la prioridad tiene que ir acorde con la seguridad aérea, que también es la de los pasajeros, en cuanto a mantener en perfectas condiciones la pista, los instrumentos para ayudar a las aeronaves a aterrizar en mal tiempo, la comunicación también perfecta entre la torre y los pilotos, eliminar la presencia de animales en la pista, tener equipo de bomberos propio, clínica para primeros auxilios y control del ingreso al aeropuerto. No se pueden olvidar las bandas para el equipaje y la comodidad de las salas de espera.

Para que las recomendaciones de la Oaci sean implementadas al cien por ciento, será necesario tomar medidas drásticas para superar las causas que han llevado al Aeropuerto La Aurora a tal precariedad, lo cual también pone de manifiesto el inmoral descuido en que lo han mantenido los gobiernos anteriores, porque en demasiadas ocasiones ha sido administrado por personas desconocedoras o simplemente irresponsables que llegaron a esos puestos por compadrazgo o por el pago de facturas políticas.

La única forma de convencer a las autoridades de la Oaci de que no bajen de categoría a esta terminal aérea es mostrándoles el avance de las acciones requeridas, algunas de estas muy simples, y otras de alta complicación. Esta tarea debe recibir aún mayor atención de parte de las autoridades que ocuparán el poder a partir del 14 de enero próximo.

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