La Iglesia se une a los señalamientos
Los obispos guatemaltecos se refirieron de manera específica a que los ciudadanos deben evitar caer en “los engaños y promesas falsas de algunos partidos políticos”, así como a la propaganda falsa, populismos que prometen imposibles y que los ciudadanos deben examinar las opciones que se presenten desde la óptica de cuál es el bien común que pueden provocar.
La frase más enérgica de los prelados es su denuncia contra la “corrupción generalizada, la violencia desenfrenada, la baja calidad de la educación, la crisis en el sistema de salud, así como el drama de la migración, que resquebraja familias”.
Podría decirse que es natural la reacción de los obispos ante la realidad guatemalteca, a causa de su papel religioso, pero un análisis más profundo señala que la mención tan directa y sin tapujos de la conferencia episcopal indica que ellos, en lo personal y como grupo, se encuentran preocupados porque la situación del país es cada vez más deplorable para la mayoría de los ciudadanos.
Mucho se ha hablado por largo tiempo acerca de la validez de que un conjunto de prelados agregue entre sus campos de opinión aspectos de la política y de los temas del gobierno en un país oficialmente laico como es Guatemala. Algunas críticas señalan que la labor episcopal es solamente hablar de la vida celestial, mientras otro punto de vista señala que deben participar en que sea mejorada la vida terrenal.
Por tanto, no solo pueden, sino deben opinar de temas no eclesiásticos. Lo social, lo económico, lo político, tienen cabida en el discurso de la Conferencia, sobre todo cuando como consecuencia de ya no dársele importancia al beneficio de la mayoría, la calidad de la vida ha sufrido un desmedro que se manifiesta en la pobreza. Lo mismo ocurre con el sistema judicial, que no representa posibilidades reales de la aplicación de la ley, ni del logro de la justicia.
Los señalamientos del documento comentado hoy son válidos para cualquier tipo de personas, no solo quienes practican el catolicismo, cualquiera otra de las divisiones del cristianismo, o incluso no practican ninguna religión o llegan al ateísmo. Igualmente, son válidos para quienes desean participar en las luchas políticas, especialmente las carentes de una definición ideológica.
Cada vez son más los guatemaltecos preocupados por la situación del país en cuanto a la corrupción. Esta lacra no solo implica un rompimiento de la ley, sino, sobre todo, de la moral y la ética sociales, lugar desde el que los obispos analizan el panorama y se unen a quienes están preocupados por el rumbo que lleva en país.