LIBERAL SIN NEO

La memoria histórica

Escuchaba un noticiero en la radio mientras navegaba en el tráfico a cien pulgadas por minuto. Me quedé pensativo con la “noticia” de que cierta ONG se había asegurado de que los estudiantes de institutos en Totonicapán estudiarían y aprenderían sobre la memoria histórica. El comentarista en la radio resaltaba la importancia de que los jóvenes estudiantes se empaparan de la memoria histórica de Guatemala. Me dio cierta tristeza reflexionar sobre el futuro de estos jóvenes; no muy prometedor. Imaginé qué pondrían en su currículo y qué responderían en su primera entrevista de trabajo, al ser consultados sobre sus habilidades: tengo conocimiento exhaustivo de la memoria histórica.

Ya sabemos quiénes han escrito la memoria histórica y las implicaciones que tiene. Sabemos quiénes son los culpables, los héroes, los buenos y los malos, las víctimas y los inocentes, a quiénes se les debe y quién debe pagar. Es importante conocer y analizar la historia, además de ser fascinante, es cultura, nos empodera para entender la evolución y contexto de las sociedades y, sobre todo, nos habilita para desarrollar razonamiento crítico. Pero hay importantes y significativas diferencias entre el adoctrinamiento y la historia.

La memoria histórica “es un concepto ideológico e historiográfico”, una forma de lente especial de hechos y procesos históricos, que produce un “relato” que busca y puede convertirse en la “verdad oficial”, la “verdad políticamente correcta” o “pensamiento único” que termina por imponerse como la verdad.

Como señala Tony Judt, un historiador británico que de joven fue un sionista marxista y con los años renunció a ambas ideologías: “Permitir que la memoria sustituya a la historia es peligroso. Mientras que la historia adopta necesariamente la forma de un registro, continuamente reescrito y reevaluado a la luz de evidencias antiguas y nuevas, la memoria se asocia a unos propósitos públicos, no intelectuales. Estas manifestaciones mnemónicas del pasado son inevitablemente parciales, insuficientes, selectivas; los encargados de elaborarlas se ven antes o después obligados a contar verdades a medias o incluso mentiras descaradas… En todo caso, no pueden sustituir a la historia”.

Al enseñar una sola historia, un solo relato, un lente, una “memoria”, se le hace una mala obra, quizás irreparable, a la juventud. La memoria histórica en Guatemala tiene que ver con el relato unidimensional del conflicto armado interno, que tiene carga ideológica y política y que, francamente, es más adoctrinamiento que historia. No ofrece diferentes perspectivas, no invita a la crítica ni la tolera. La educación tiene más que ver con hacer preguntas que con dar respuestas. La memoria histórica no invita a preguntar, cuestionar, a retar la verdad y ponerla a prueba, a especular y aventurar.

Además del sesgo ideológico de la memoria histórica, preocupa su importancia y peso relativo en la “educación”, especialmente la pública, aun cuando la privada sufre del mismo mal: una sola historia. Los estudiantes estarían mejor servidos enfocando más atención a cultivar habilidades y conocimiento en la lengua chino mandarín, programación, química, electrónica, física, matemáticas comerciales; a leer con profundidad y escribir con estructura y soltura, a ser creativos y emprendedores. Esto les puede fortalecer para salir adelante en la vida. Uno de los dones y habilidades más importantes que se puede cultivar en una mente joven, o de cualquier edad, es la capacidad de razonamiento crítico.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).