CATALEJO

La Navidad de un año sin precedente

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LOS DÍAS ANTERIORES A la Navidad siempre son propicios para dejar a un lado las tareas cotidianas y permiten pensar en los acontecimientos ocurridos en el ámbito personal, especialmente, pero también en áreas de la vida social, de la comunidad, del país, del mundo. Esto último tiene especial significado en este desfalleciente 2015, escenario de una serie de dramáticos sucesos en el campo histórico. Lo ocurrido aquí en menos de seis meses constituyó una especie de revolución silenciosa, cuyos efectos positivos se manifestaron de inmediato, pero aún debe mantenerse durante un tiempo largo a acción popular de vigilancia generalizada, porque la serie de transformaciones implícitas en los movimientos populares exigen esa manera de actuar.

ES NECESARIO, creo, al menos tratar de compartir la realidad política actual con las bases del mensaje navideño, por excelencia fundamental para el afianzamiento de la esperanza. No es imposible ni ridículo intentarlo, porque esa paz mencionada en el mensaje cristiano incluye y se basa en la idea de la paz, entendida obviamente no solo como la ausencia de guerra o de conflicto, sino como la actitud de hermandad humana. Es el momento de dar paso al pensamiento sereno de quienes se interesan en ayudar a buscar la mejora de la calidad de vida —no solamente en el campo económico, sino sobre todo en el social—, y pensar en la comunidad, además de la persona, porque no hacerlo lleva implícita una dosis, según cada quien, de egoísmo.

ESTA ES LA NAVIDAD DEL año en el cual despertó el espíritu colectivo, por la suma de sus individualidades, en contra de la corrupción. Cada vez es más clara la estrecha relación entre toda acción corrupta y muchos de los vergonzosos males sufridos por la población, sobre todo la perteneciente a los sectores más necesitados y económica o socialmente débiles. Se justifica y es un deber moral luchar por el castigo a los corruptos, procurar el reintegro de los dineros robados en forma vil por la irresponsabilidad manifiesta de quienes participan, como corruptos y corruptores. El drama actual de los hospitales es un crudo ejemplo de hasta dónde puede llegar la ambición y demuestra la urgencia de seguir en la lucha y apoyar a quienes la combaten.

POR APARTE, LA NAVIDAD de este inesperado y sin precedente 2015 mantiene la esencia de ser una celebración familiar por excelencia y al constituir la familia el centro de la sociedad, resulta ser también la fuente para obtener la entereza de luchas como la emprendida contra la corrupción. Pero esto no debe ser considerado parte de una celebración exclusivamente religiosa y debido a ello solo sujeta a creencias de fe. Se refiere a la validez de los eternos valores, más universales y trascendentes a las interpretaciones propias de grupos humanos específicos, con sus grandes diferencias. Las acciones para lograr esta meta no son tarea del otro, de los demás, sino incluyen y se basan en el convencimiento del yo para eliminar una lacra vergonzosa.

LA NAVIDAD, ADEMÁS, simboliza el inicio del fin de cada año, situado apenas una semana después. Este 2015, con sus históricos acontecimientos, ya se encuentra en su recta final y dará paso a un 2016 en el cual se pueden comenzar a ver los primeros frutos, aunque sean pequeños, del cambio exigido en las plazas y en las urnas. Ello le implica a quienes recibirán una parte de la tarea de gobernar al país, una responsabilidad como pocas. Mientras ese momento llega, deben mantener presente la necesidad de cumplir con las promesas de aplicar en la vida práctica los valores prometidos. La celebración de la Nochebuena de este año también, aunque sea inconscientemente, será distinta porque ha aumentado la esperanza de un mejor país.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.