LIBERAL SIN NEO

La piedra filosofal del desarrollo

El desarrollo económico se parece a la piedra filosofal y el oficio de alquimistas; encontrar la forma de producir oro a partir de la combinación de otros elementos, que pareciera una tarea imposible. El desarrollo es un imperativo que elude a Guatemala, una sociedad de grandes contrastes. Advertidos de las limitaciones de los indicadores económicos, resalta que el crecimiento económico promedio anual real en Guatemala en los últimos treinta años  ronda 3%, que en términos per cápita se traduce a 0.5%. A ese ritmo, se requieren 140 años para duplicar el ingreso per cápita.

Al hacer el experimento mental y suponer que la economía de Guatemala hubiera crecido 10% en promedio anual durante los pasados treinta años, se encontraría una situación muy diferente. El tamaño de la economía se hubiera cuadruplicado y el ingreso per cápita más que triplicado. El nivel de vida sería mucho más alto y grandes sectores de la población se habrían superado; Guatemala estaría a las puertas de ser un país desarrollado. A principios de la década de 1960, Corea del Sur era igual o más pobre que Guatemala. Hoy es una potencia tecnológica e industrial que sobresale en el mundo. Este y otros casos demuestran que es posible que un país se levante en el espacio de dos generaciones.

El tema del desarrollo económico es uno de los problemas más estudiados en las ciencias sociales. Adam Smith es reconocido como el “padre de la economía”, ya que hizo populares las ideas que logró sintetizar con claridad y elocuencia, construyendo y ampliando el pensamiento de muchos que le precedieron, entre ellos Cantillón y los Fisiócratas. La obra por la que se conoce a Smith no incluye la palabra economía en su título, que es “Una indagación sobre las causas y naturaleza de la riqueza de las naciones”, publicada en 1776, en pleno despegue de la Revolución Industrial. De Smith para acá, el estudio del desarrollo económico y su descripción han recorrido largo camino; la prescripción no ha cambiado mucho.

En “Por qué fracasan las naciones” (2012), Acemoglu & Robinson presentan un trabajo exhaustivo sobre diferentes ángulos para abordar el tema del desarrollo. Se puede estar en desacuerdo con algunas de sus proposiciones, como es mi caso, y a la vez estar de acuerdo con su premisa fundamental. Los autores discuten factores como la geografía y recursos naturales, la cultura y la ignorancia, donde esta última predica que las elites “ignoran” qué es lo que hay que hacer. Aunque estos aspectos son importantes, el factor determinante para el desarrollo económico son las instituciones, las reglas del juego y las creencias que le dan sentido y cumplimiento a estas reglas. También es crucial tomar el camino correcto en las oportunidades que presenta la historia; la dirección que toma el marco institucional para salir de coyunturas críticas que abren la puerta del cambio.

La teoría y evidencia histórica son contundentes. A aquellos aún proclives al estatismo, solo preguntaría: ¿Cuántas personas intentan desesperadamente ingresar a países como Korea del Norte, Cuba o Venezuela? Por el contrario, las fuertes corrientes migratorias se dirigen a países donde predominan los derechos individuales, fuertes derechos de propiedad y hay certeza jurídica. Sociedades donde manda la ley, no el rey, y menos un visionario revolucionario que se propone reinventar la civilización.

Guatemala se encuentra en una coyuntura crítica, que presenta oportunidad para el cambio. Ojalá se aprovechara para tomar la ruta del progreso. Crecer 10 por ciento anual es posible, pero requeriría los cambios correctos.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).