LA ERA DEL FAUNO

La terquedad de horrorizar a la izquierda

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Se hizo común comparar a un país con otro para denigrarlo, para meter miedo a sus habitantes. Son cotejos burdos como cuando los malos maestros comparaban a los alumnos ejemplares con los apestados; o cuando los padres inconscientes parangonaban al hijo haragán con el primo estudioso, o a la hija con la vecina recatada. El malo era, por supuesto, el desobediente; el otro, servil.

Aquella escuela cavernaria se quedó atorada en su propio submundo de premios y castigos, repartidos según la conveniencia de un maestro, director o padre insensato. Quizá, aquellos niños premiados o castigados son los adultos que ahora pretenden constituirse en directores que le indican a usted a qué línea política debe pertenecer. Desde cuándo, fulanos cualesquiera vienen a meterle horrores a su decisión, filiación o simpatía con la izquierda. Si no piensa como ellos, es un apestado socialista. Desde cuándo, gente con miedo permite que el favorito del hampa oficialista dirija su conciencia social.

La fórmula para etiquetar de mala persona al insumiso y al izquierdista es ilustrarlo como gente violenta, desalmada, y si usted se sienta junto a ellos terminará igual y peor. Habría que huirle, entonces, al feo, insolente y sucio.

Guatemala terminará como Venezuela, dicen. Ni conocen Venezuela, ni les importa Venezuela. Irrespetan a cada venezolano porque lo utilizan para proyectar sus intereses. Abusivamente, aprovechan las diferencias políticas de un país para provocar desprecio sobre su situación. Según les convenga, difunden imágenes de socialistas quemando llantas, pero si la agresión viene del bando que les interesa, de la Colombia de Álvaro Uribe, del Brasil de Michel Temer o del México de Peña Nieto, trío de corruptos, serán los buenos del aula víctimas de chusmas violentas.

Esa construcción, armada con pedazos de aquí y de allá, ya sea con interludios de certezas debidas a fascistoides -como Daniel Ortega en Nicaragua- propagan el horror al socialismo y la gente termina odiando lo que ni conoce. Es un miedo que unos cuantos manipuladores han desplegado para proteger a los corruptos. Ahora es Honduras. Dicen que los izquierdistas quieren destruir el proceso democrático del presidente Juan Orlando Hernández, ese fraudulento enquistado en el poder que provocó un caos que alcanzó 14 muertos y unos 800 detenidos. Debido a que su abuso se hace insostenible, incluso para sus simpatizantes de ultraderecha, un comentarista del Nuevo Herald escribió hace poco, para tapar el ojo al macho, que se trata de un “chavismo de derecha”. El chiste se cuenta solo. El opositor Nasralla, por su parte, en una entrevista a El País dice que no es de izquierda ni de derecha. Tal vez, es uno más que repite ese estribillo, a veces cobarde, para no caer en el horror al pecado construido, para quedar bien con todos y con nadie. El pueblo hondureño, en cambio, salió a las calles hasta que obligó al Tribunal Electoral a repetir el conteo del 25% de los votos.

Antes, la amenaza era que los países insubordinados terminarían como Cuba, país comunista donde se comían a los niños. Pues bien, Cuba resultó ejemplar en salud, educación, deportes, seguridad; consecuentemente, la comparación fue redireccionada hacia la Venezuela de Hugo Chávez.

Esa manera de reprimir la filiación, ideología, simpatía o línea política de las personas es carencia de argumentos, falta de educación. Es el propósito del discurso oficial sumar adeptos y avergonzar al que se sienta junto al que se orina en clase. Pues bien, a tu lado, Honduras, marcá tu territorio. Fuerza y coraje.

@juanlemus9

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