PERSISTENCIA

Las leyes del alma colectiva

Margarita Carrera

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Hasta ahora ningún gobierno del mundo ha tratado de profundizar en la ciencia psicoanalítica para conocer, a fondo, las leyes rigurosas a que se ve sometida el alma de los pueblos bajo determinadas circunstancias. Ni siquiera las dos potencias actuales: los Estados Unidos de América y la Unión Soviética.

Ambos países han logrado avances científicos descomunales en el campo de las ciencias exactas. Pero han abandonado la medicina. No la externa, en la que han progresado de manera insólita, sino en la interna, entendiendo como medicina interna las enfermedades de la “psyche” (alma) individual o colectiva.

De esta manera, el grado de madurez que han alcanzado, aunque alto, es todavía relativo al descuidar una ciencia también “exacta” como es la psicoanalítica, que penetra y descubre las leyes que rigen el alma de los pueblos todos, sin discriminación alguna.

Pareciera que se necesitara del genio de Einstein —quien, agobiado por lo que su “Teoría de la relatividad” tenía que ver con la bomba atómica, escribía constantemente a Freud cartas, suplicándole diera la receta para evitar las guerras— para comprender la enorme importancia del psicoanálisis freudiano.

Al desaparecer Einstein, los científicos modernos, carentes del genio de este célebre hombre, esquivan el psicoanálisis freudiano, eliminándolo en el campo de las ciencias socioeconómicas y política. Levantan, así, sus tesis sobre bases deleznables. Y no solo los marxistas. El psicoanálisis freudiano para la mayoría de los científicos “ya ha sido superado”. Y con tal mecanismo de defensa, se vuelven ciegos y sordos ante los audaces descubrimientos de Sigmund Freud.

Lo cierto es que, a partir de Freud se establece algo insólito: el alma individual y el alma colectiva están sometidas a rigurosas leyes que rigen su comportamiento. Pero este descubrimiento no es tomado en cuenta. Y como digo en mi libro Literatura y psicoanálisis, se le teme y se le ataca, o se le ataca porque se le teme. Y se le desconoce o quiere desconocer por “peligroso”, como peligrosas fueron en su época las teorías de Copérnico y Darwin. Y así, el método psicoanalítico aplicado a la vida o al arte ya no merece nuestro repudio. —Aunque es de observar que a Darwin se le tiene en “cuarentena”—. Mucho más a Freud, quien destapa inmisericorde los velos del narcisismo humano, recordando —como Darwin— que el hombre es también un animal y que su alma humana colectiva es el medio más eficaz para evitar el terrorismo y las guerras que arrasan el mundo.

Nadie, en los diversos medios de comunicación actuales, hace referencia a la necesidad de estudiar y conocer a fondo los mecanismos del alma humana colectiva.

No se trata de juzgar las bondades o maldades de los diversos pueblos, sino de estudiar aquellos factores especiales que le condujeron a optar por el terrorismo, las masacres, la corrupción, en fin, las guerras.

Para ello, nada mejor que leer al mismo Freud —que no a sus intérpretes—, quien sigue la teoría darwiniana para el desarrollo de su psicoanálisis. Así, basado en la “idea evolucionista”, llega a la conclusión de que el ser humano “tiene una prehistoria”, la cual es olvidada, aunque no suprimida porque se conserva en las copas profundas del inconsciente colectivo —que ya había sido concebido por él, antes de Jung—, hablándonos de una “herencia arcaica”, con la cual se elimina “el abismo que separa la psicología individual de la colectiva”. De ese modo se puede “abordar a los pueblos igual que al individuo neurótico”.

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