MACROSCOPIO
Las medallas de Barrondo
Durante esta semana tuvimos noticias que realmente ponen en evidencia la calidad de los diferentes sistemas que se supone debe prestar el Estado.
Un preso acusado de feminicidio, para ser exacto por el asesinato de la bailarina Nancy Cruz, sencillamente se fugó del Hospital Roosevelt. El ministro de Salud asegura que la dolencia no ameritaba su traslado, mientras el director del Presidios asegura que sí. No vamos a caer en la polémica por este tema, pero veamos cuál es la realidad de nuestro sistema carcelario. En todas las cárceles, se supone, debe haber un dispensario; en el Preventivo de la zona 18 hay lo que se llama el “hospitalito”, que no es más que uno de esos lugares para presos VIP, pues allí no existe una aspirina, una curita y menos un desfibrilador, lo que debemos investigar es si hay presupuesto para el encamamiento y a dónde se estará fugando la plata.
Dijo en una entrevista radial el ministro de Salud que los presos no se pueden engrilletar en la cama del hospital, pues inmediatamente la Procuraduría de Derechos Humanos los obliga a desistir de esta medida de seguridad. Entonces en los hospitales debería haber cuartos con rejas, para cuando lleguen reos.
Ahora, después del granadazo en el San Juan de Dios dicen que se construirá una clínica en Fraijanes, siempre abriendo el paraguas después que cayó el aguacero. ¿Esa clínica será para todas las cárceles? Quedaríamos en lo mismo; debería haber una en cada centro de detención. La realidad que el traslado de reos es algo que se debería evitar, tanto para los hospitales como para ir a prestar declaración a la torre de tribunales; la ineficiencia en la cadena de custodia es notoria y no solo existe el riesgo de la fuga, sino que pone en peligro la vida los ciudadanos.
Un ejemplo claro de la ineficiencia es el bloqueo de celulares en los centros de detención, las llamadas para las extorsiones siguen saliendo, no cabe duda de que el aviso de la hora y día de los traslados también. No sé cómo con tanto asesor extranjero, de países donde sí se llevan a cabo los bloqueos, aquí no se pueden implementar. ¿O será que no se quieren implementar?
Pasando a otro tema, nuestro gran medallista olímpico Érick Barrondo anunció esta semana que pondría a la venta sus medallas para poder comprar un microbús que transporte a los atletas de su disciplina a los diferentes centros de entrenamiento, y asumo que también a lugares de competencia. Dijo Barrondo que ya estaba harto de las falsas promesas de las máximas autoridades del deporte.
El caso de los marchistas se repite en una serie de disciplinas deportivas que han dado más satisfacciones a Guatemala que el popular futbol, en el que se derrocha cualquier cantidad de dinero. Esta semana vimos a los patojos de la zona 6 organizar una carrera para sufragar los gastos de bates, pelotas y guantes de beisbol.
Lamentablemente las regulaciones internacionales no permiten la intervención de las federaciones y menos de la Confederación, pues quedamos fuera de competencias internacionales, o sea que allí los fondos se manejan con toda libertad y los que los mal usan quedan con toda impunidad.
De nuevo la palabra autonomía se utiliza para fomentar la corrupción y los malos manejos; directivos van y vienen, en viajes inútiles cuyos resultados para el deporte son nulos. Por ello vemos en muchas federaciones personajes que no sueltan el hueso por años, y los deportistas, con hoyos en los zapatos.
No permitamos de ninguna manera que se vendan las medallas de Barrondo.
hupretij@hotmail.com