Lecciones del Mundial

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Del Mundial Brasil 2014 podemos obtener las siguientes lecciones: el fracaso de España nos enseña lo dañino del exceso de confianza. Los logros pasados no necesariamente representan fortalezas en el presente: la historia no es determinante cuando no hemos sabido prepararnos para enfrentar los desafíos actuales. Es necesaria la renovación para garantizar la continuidad del éxito.

España no se renovó, en tanto que Holanda aprendió la lección: desde su derrota en la final del mundial anterior renovó en un alto porcentaje a sus jugadores, aprendió de sus fracasos, hizo los ajustes necesarios y resurgió con mayor fuerza. Supo aprovechar la experiencia, integrándola a la fuerza y vitalidad de una nueva generación.

Italia falló al menospreciar a sus adversarios. La dolorosa derrota ante Costa Rica fue un duro golpe al orgullo y la arrogancia. Esta nación centroamericana, un David matador de gigantes, nos enseña que todos merecen respeto y que los grandes desafíos se deben enfrentar sin complejos, sin miedos, con valor y unidad.

Chile nos muestra el valor del trabajo en equipo. No hay “estrellas” que sobresalgan, sino todos aportan para el juego colectivo. Es un equipo compacto donde hay unidad, sacrificio y entendimiento en todas sus líneas, iniciando por el cuerpo técnico, quienes han sabido realizar una adecuada planeación y estrategia.

Camerún es una selección que fracasó desde antes de iniciar el Mundial: negarse a viajar por intereses económicos demuestra que cuando el dinero se antepone al orgullo y honor de representar a su país no se llega muy lejos. Cuánto no darían muchos jugadores por defender los colores de su país sin ninguna compensación. Este equipo se presentó fragmentado, la desunión se hizo evidente en la cancha y ante los ojos del mundo cuando dos de sus “estrellas” se pelearon en pleno juego.

Portugal cometió el grave error de depender de un solo hombre, aun cuando este sea considerado el mejor del mundo. Todo el equipo debe estar lo suficientemente preparado. La situación se agravó cuando el mismo cuerpo técnico reconoció que su estrella no podría ganar los partidos sin ayuda, olvidando que estos no los gana un solo hombre, sino la fuerza de todo el equipo. Así, perdieron la motivación y la unidad.

La familia es un equipo. Cada miembro tiene sus propias fortalezas y rol específico. Cuando cada uno cumple su función, toda la familia se fortalece y se logran los objetivos. Los padres somos los estrategas, encargados de capacitar y entrenar a nuestros hijos para que sepan enfrentar los desafíos de la vida. Nuestra labor es equiparlos con todo lo necesario para que lleguen a ser verdaderos ganadores.

A diferencia del Mundial, las derrotas en la vida resultan ser muy dolorosas y con efectos permanentes. Para evitarlo podemos aprender de estas lecciones, para que hagamos de nuestra familia un equipo ganador. Dios les bendiga.
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