PLUMA INVITADA
Lo dramático de la vida y lo chistoso de la realidad vital
Cuando me enteré del resultado de la reciente consulta electoral de los Estados Unidos, me quedé boquiabierto. Esto, porque por enésima vez acerté sobre mi creencia con relación al resultado final de algún asunto controversial de mi interés, de cualquier índole pero, esencialmente, en el área Socio Política, aunque mi expectativa no sea congruente con lo que finalmente hubiera querido que fuera. Hago esta confesión porque no se trata de ser agorero o brujo; creo que a muchas personas les pasa algo semejante. Tampoco se trata de apostarle a dos púgiles en contienda, para siempre ganar con cualquiera de ambos. Tampoco se trata de ciencias ocultas. Solo puedo suponer que no es más que el resultado de un profundo análisis que se da en el subconsciente, cuando el tema motiva mi interés.
El viernes 30 de septiembre, en este matutino expresé opinión negativa sobre el candidato Donald Trump. Argumenté que, “a ojos vista”, carecía de una aceptable cultura general y política. Pero cuando alguien me pidió opinión personal sobre el probable ganador, manifesté que, aunque Trump no era el candidato de mis simpatías, bien podría ser ganador, porque en sus apariciones públicas se le notaba autenticidad y porque sus mensajes eran lo que el elector en Norteamérica, en voz baja, deseaba oír.
Me parece que los estrategas de la señora Clinton le recomendaron que destacara su dialéctica política, su calidad profesional, su experiencia política y su urbanidad. El resultado fue un cúmulo de ideas, muchas veces incomprensibles. Algo así como que en Guatemala alguien que hubiera querido poner un plato de fiambre en cada uno de los hogares repartiera en cada uno todos los ingredientes necesarios para elaborarlo, o sea todas las materias primas, pero sin tomar en cuenta que en esta época el gran público ya no hace su propio fiambre, si no que lo compra hecho.
Si le damos toda clase de verduras y vegetales, aceite de olivas, pollo, quesos, chorizos, ajos, cebollas, pimienta recién molida, pimentón, jengibre, huevos duros, embutidos varios, un chile pimiento, filetes de pollo, etc. y fuego a todos los habitantes del país, solo uno entre miles sabrá, con todos esos ingredientes, elaborar un fiambre. Y solo uno entre millones de personas sabrá combinarlos para inventar con ellos un plato nuevo, aceptable por “todos”.
Lo mismo ocurre con las ideas políticas. Si damos información genuina y honrada, pero fragmentaria, con toda sinceridad, pero sin ninguna hilación, esperando que los receptores de estas ideas entiendan lo que estamos diciendo, solo uno entre mil podrá entender nuestro mensaje, y solo uno entre un millón podrá extraer conclusiones de ese confuso montón de materias primas que les hemos entregado.
Todo ese montón de materias primas que repartió la señora Clinton le costó más de 687 millones de dólares. Se atuvo a los datos que le dieron las “empresas encuestadoras”, a quienes pagó 11.1 millones de dólares. Confió en el voto de las minorías, siendo que ellas aún no son determinantes.
El ganador invirtió solo 307 millones de dólares, un 47% menos. Le habló a un triste subconsciente disperso en Norteamérica. Lo que convierte en “temas de salón”, espectros que ya se consideraban borrados en las naciones diz que civilizadas. Lo que resulta peligroso. Y contagioso. Sobre todo en países como los nuestros, tan fragmentados; por ejemplo, en lo racial.