MIRADOR

Los mismos y lo mismo

Lo que en un país democrático hubiese sido una excelente oportunidad para cualquier partido político que se precie de ser mínimamente decente, aquí evidenció la debilidad del sistema mafioso que coopta la política nacional y mantiene activos a un montón de corruptos (visibles e invisibles) culebreando entre partidos, sindicatos y organizaciones varias.

La dimisión de la vicepresidenta, la destitución fulminante y vergonzosa —aunque silenciada— del ministro de Gobernación y de todos sus cuadros directivos en dependencias clave, y el deplorable caso de la SAT, deberían haber sido capitalizados por los políticos (especialmente en época electoral) para ofertar opciones diferentes, alejadas de esas tropicalizadas formas de delinquir. Sin embargo, ningún partido ha querido ponerse al frente de las manifestaciones ciudadanas. La razón es muy simple: son los mismos, con lo mismo y callan porque la podredumbre los inunda a todos por igual.

El buen trabajo Cicig/MP —notoriamente distinto en calidad y profesionalismo respecto de sus antecesores— no puede quedarse en anécdotas ni distraer la atención más allá de establecer una base de partida para escarbar (lo urgente) y depurar el sistema (lo importante).

La administración “patriota” no ha sido la única corrompida/corrupta. La delincuencia política es un mal hábito que ha permeado a todas las anteriores. Lo malo es que nos dirigimos a un proceso electoral en el que nada ha cambiado y a pesar de haberse denunciado a personajes como Hichos y Medrano (Líder) o Muadi (PP-Creo/Unionistas), quedan decenas esparcidos por la variopinta geografía nacional en todos los partidos, algunos buscando afanosamente el finiquito para su reelección por estar implicados en casos de corrupción. Tampoco se han escuchado las voces de “insignes” diputados “de siempre”, tan proclives a hacer payasadas con frecuencia, levantar el tono de voz, agredir a compañeras o tomar fondos de ciertas partidas para gastarlos en asuntos personales cuando no ser detenidas en Honduras con pistola y pistoleros (¡cuéntense las damas por igual!). Los/las “honorables” permanecen callados/as y ausentes de la vida pública, como si nada estuviera pasando, vaya a ser que también les caiga a ellos/as, sus hijos, primos, sobrinos, cónyuges, amantes y otros familiares directos e inventados que favorecen con esa piñata que es la administración pública. Da la sensación de que el Congreso aglutina a más delincuentes por metro cuadrado que las prisiones del país, sin contar a quienes aspiran a ser “honorables bandoleros” a partir de septiembre próximo.

No hay un solo partido político ni sindicato que se libre de esa marea fétida de olor putrefacto y nauseabundo, razón por la que todos guardan silencio cómplice y desean que llegue pronto el día de la votación para conformar un nuevo pacto de capos que les permita contar con más tiempo y recomponer ese inmenso rompecabezas de defraudación, contrataciones y compras anómalas, reparto de puestos, negocios entre familiares y amigos y manejo de fondos, liderados por corruptos de turno con derecho de antejuicio.

Su objetivo es no modificar nada y caminar calladamente hacia un proceso electoral en idénticas condiciones a los anteriores, sin cambios de fondo, condenándonos los mismos, a más de lo mismo. Es infantil suponer que quienes sean electos —los de siempre— se preocuparán por cambiar algo. Eso sí, estudiarán la forma de tapar la brecha hecha por la Cicig/MP y los USA para seguir depredando, que es en lo que son expertos. ¡Viva el espectáculo!

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ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.