LIBERAL SIN NEO

Luis Galich, el más leal amigo

Luis sufrió mucho los últimos meses de su vida; a partir de una peritonitis en 2016, tuvo cerca de quince cirugías que fueron mermando su enorme vitalidad. Creo que fue mejor amigo para mí, que yo para él, pues sería muy difícil alcanzar su nivel de incondicionalidad y lealtad. Teníamos vidas y profesiones muy diferentes, pero nos encontrábamos en esa gran comodidad que es la amistad. Era grande por fuera, cálido y sencillo por dentro. Ambos cumplíamos años en septiembre y era una tradición juntarnos en una fecha a la mitad entre uno y otro, usualmente solo los dos, a cocinar, hablar de los problemas de Guatemala, contar chistes y hacer música, aunque yo gateara detrás de él. Por más oscura o triste que llevara la procesión por dentro, su exterior era de jovialidad y gran energía. Fuimos muy unidos con Luis y Tito Azmitia, querido amigo y excelente arquitecto, quien fue asesinado por ladrones que entraron a su casa, un triste diciembre. A veces le teníamos que decir, “Luisón, también queremos platicar, no solo oírte tocar”, porque siempre le urgía que escucháramos sus más recientes creaciones.

Galich era un artista puro, la música, literalmente, le quitaba el sueño; no podía dormir hasta haber exprimido hasta lo último la inspiración que lo perseguía sin misericordia. Se sentía cómodo en todos los géneros, desde un son, un corrido, rock de metal pesado, un bolero, blues, vals o cantando arias operáticas. Ponía a bailar a la gente, en una fiesta de pueblo, quince años, boda o bar mitzvah. Sus canciones más conocidas son Vuestros Pies y La Mitad de mi Naranja, pero compuso cientos. Tenía una enorme capacidad para improvisar y era capaz de ponerle música a cualquier historia. Tengo una singular colección de su música, más de cuarenta años, desde la época del cassette hasta el CD, pues invariablemente cuando nos veíamos me decía, “Vos, te quiero pasar un rollo en el que he estado trabajando”. La ópera rock Tikal, ¿Quién es Juan Pérez?, Canario, Abuelo, La Muñeca Fea, La fuente de las Sirenas, El Poema de los Ojos Negros, Rockmántica y tantas canciones inéditas. Cuando murió mi hijo Benjamín, a los catorce años, Luis cantó Golondrina en el entierro, y cuando falleció mi madre cantó el Ave María de Schubert, a capela.

Mi preferida del Maestro Galich es Atitlán, compuesta en mi casa, en Chacayá, en la Bahía de Santiago, donde nadaba y anidaba el pato Poc y fuimos tantas veces, con mis hijos pequeños tarareando el coro. Hay un camino que te llevará/a Santiago de Atitlán/ropas a rayas multicolor/en Santiago de Atitlán/las mujeres en las piedras/lavan ropa con jabón/un cayuco que es valiente/ navegando el viento sur/ flor de milpa en la montaña y en el cielo Maximón/ y el pato Pooc y el pato Pooc/ ya no nadóoo/ así es, en Atitlán. Otra sería un exquisito blues para guitarra, Tráfico Nocturno.

Se obsesionaba con sus proyectos, era autodirigido, no necesitaba estímulo exterior. Uno de los últimos que le conocí, en el que trabajó dos o tres años, fue la musicalización del romance y tragedia entre Pedro de Alvarado y Beatriz de la Cueva. Dedicó largas horas a investigar y leer sobre la historia de estos personajes, a diseñar escenas y componer la música y letra de las canciones. Soñaba con conseguir la plata para montar una obra extraordinaria, digna de ser presentada en Broadway. Ya no le dio tiempo.

Luis Galich fue un extraordinario guatemalteco, artista, músico y compositor, dotado además de gran calidad humana. Qué falta nos va a hacer. Guatemala ha perdido a un valioso hijo y a mí se me adelantó un amigo irreemplazable.

fritzmthomas@gmail.com

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

ARCHIVADO EN: