CON NOMBRE PROPIO

Luto de blanco

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Sonaba el teléfono, pasaditas las seis de la mañana. Carlos Mejía, casi al empezar sus visitas al Hospital, llamaba para coordinar asuntos pendientes cuando fungía como presidente del Colegio Médico, era un incansable trabajador. Tuve la honra de ser asesor de su junta directiva y es indescriptible la huella legada. Su amabilidad, carisma, pero sobre todo el respeto que generaba, a sus colegas y a quienes no lo éramos, podía ser quizás su nota más ilustrativa.

El Sábado de Gloria fue la última vez que hablamos. Era su cumpleaños y todavía tengo resonando sus palabras: “Gracias por recordarse, pendientes de juntarnos cuando Edwin venga a Guatemala”. Me alegra haberle dicho en esa llamada que le admiraba.

No tengo ni idea de cómo poder definir el “don de gentes”, pero Carlos era un portador de él. Comprometido con lo que creía, confiado en la capacidad propia y de su equipo, sabía arriesgarse por “hacer las cosas bien”.

Varias veces comentamos que en Guatemala los problemas “se contemplan”; Carlos asumía decisiones. Al llegar a la Junta Directiva del Colegio Médico, el Plan de Prestaciones registraba una crisis financiera dramática, se pagaban prestaciones, pero no se podía garantizar el financiamiento; los números cada vez más al rojo, los asesores pegaban voces de alarma y Carlos no “entretuvo la nigua”, convocó a una asamblea que conforme los estudios actuariales decidió un aumento a los aportes; solo así podía medio garantizarse algo de sobrevivencia.

Al conocerse por el grueso de colegiados que una asamblea había decidido pagar más, se armó la grande y se recolectaron firmas para convocar a otra asamblea, se presentaron peticiones, se calumnió por diversos medios, se lanzaron anónimos. Carlos, siempre sereno, sabía que las decisiones debían tomarse. Se realizó la nueva asamblea, un salón lleno del Parque de la Industria fue el testigo, los ánimos no eran nada amigables, pero una cosa es cierta, si no hubiese sido por el respeto de quien era Carlos Mejía, esa reunión hubiese sido espantosa. La asamblea decidió echarse para atrás con el aumento; sin embargo, los agremiados conocieron las causas de la crisis y se plantearon decisiones. La serena voz del doctor Mejía explicaba el problema para que cualquiera entendiese.

La siguiente Junta Directiva tomó decisiones que pasaron sobre los derechos de los más vulnerables; se vio la diferencia.

Carlos servía, tal como lo hacía en el Roosevelt. No le importaba una reelección, sino la institucionalidad. Si como Carlos Mejía existieran más presidentes de los colegios profesionales, otra realidad tendríamos. En la Asamblea misma de presidentes dio claros ejemplos de transparencia y lucha contra la corrupción.

Una “bala perdida” terminó con la vida de un tipazo que vio cómo los primeros enfermos de HIV y sida morían sin atención y por eso fundó una clínica especializada que ha sido la fuente de vida para muchos.

Ahora que para muchos médicos la medicina solo es cuestión de plata, el ejemplo de Carlos Mejía Villatoro brilla. Un médico con sentido común, con “don de gentes”, con valor para enfrentar decisiones, pero sobre todo con la humildad que engalana al maestro. Sirvan estas letras para enviar un abrazo a su familia, colegas, amigos y alumnos. Guatemala hoy pesa menos, pero personas como Carlos nunca parten, siempre se imitan.

Ver cómo sus colegas, con impecable bata blanca y corbata negra, y el personal vestido con sus uniformes de guardia le dieron ovaciones al despedirlo crispa la piel de cualquiera y motiva a muchos patojos que recibieron su palabra a seguir su ejemplo. Si de algo podemos estar seguros es de que Carlos dejó muchas semillas y por eso este mundo tiene más esperanza.

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.