EDITORIAL

Medio siglo de vida periodística

Realizar durante cinco décadas una tarea constituye un hecho poco común, digno de ser celebrado. Prensa Libre dedica este espacio editorial a compartir con sus lectores el 50 aniversario del inicio de la carrera profesional del periodista Mario Antonio Sandoval Samayoa, vicepresidente y editorialista de este matutino, y autor de la columna Catalejo; esto, desde hace 33 años, así como presidente de Guatevisión.

En ese largo tiempo ha sido reportero, jefe de sección, asistente de la dirección, director, columnista y ahora vicepresidente. Tuvo como principal maestro a su padre, Mario Sandoval Figueroa. Sus estudios los cursó en Guatemala y en prestigiosas instituciones de enseñanza periodística en Estados Unidos, América Latina y Europa. Fue 24 años docente periodístico en las universidades Landívar, Marroquín y San Carlos. Ingresó a la Academia Guatemalteca de la Lengua, de la cual es director, y un aula de la Usac lleva su nombre.

Nuestro colega y exdirector también ha mantenido vivo el espíritu y los principios de los fundadores de Prensa Libre, buscando el ejercicio profesional equilibrado, alejado de la figuración política y con apego a la verdad y los valores.

Guatemala ha vivido cambios trascendentales en ese medio siglo. Desde el inicio y apogeo de la guerra interna, hasta los esfuerzos por extinguirla vía el diálogo; las luchas interminables por cambiar de una democracia nominal a una mucho más participativa, cuyo resultado hoy cosechamos. Es observador y analista del transitar de una democracia endeble a una con un futuro esperanzador, luego de los sucesos del 2015.

Cincuenta años es largo tiempo, sobre todo en la sociedad guatemalteca, porque en ese lapso caben dos generaciones. La labor periodística es efímera, sobrepasada cada día por los acontecimientos, pero va colocando los ladrillos de los muros de la historia para que luego los historiadores puedan clasificar y valorizar los hechos coyunturales y los que marcan cambios sociales.

Mario Antonio Sandoval también se ha dedicado a impulsar el buen uso del idioma español en el ejercicio periodístico, rasgo que debería ser común en quienes tienen el privilegio de acceder al público con lenguaje escrito. Puso en marcha una verdadera cruzada por convertir el correcto manejo del lenguaje en una herramienta que fortalece nuestro idioma, desde las sencillas pero efectivas páginas del diarismo guatemalteco y continental.

Quienes ejercen el periodismo bien entendido, profesional y sin ataduras, gustan de ser identificados como periodistas, calificativo que trasciende los títulos universitarios o de otra clase. Son orgullosos y se sienten satisfechos por la tarea cotidiana, aun a costa de sacrificios personales y familiares para lograr que las páginas de un diario se conviertan en campo de activismo político o ideológico, mala práctica que determinó la desaparición de muchos diarios en todo el mundo.

Esa es, en un apretado resumen, la característica principal de quien en la mañana de un día como hoy, hace 50 años, cruzó por primera vez el umbral de una casa que sería la suya desde entonces y que lo saluda de manera fraternal.

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