EDITORIAL

Meditaciones ante el inesperado 2015

Las peculiaridades sin precedentes del 2015 tienen también enorme importancia en la historia guatemalteca. Hace un año, nadie hubiera podido predecir todo lo ocurrido en el país durante el transcurso de doce meses caracterizados por señalar el inicio de acciones de masiva responsabilidad ciudadana. También empezó el fin de una situación política cuyos resultados habían comenzado a gestarse desde el primer gobierno electo democráticamente, en el lejano 1986, pero que 29 años más tarde desembocaron en un paroxismo de corrupción y sobre todo de burla total a los guatemaltecos.

Luego de un silencio que se había convertido en factor de complicidad con los corruptos, de pronto los ciudadanos despertaron y con su presencia en las plazas desterraron del poder a la pareja política que simbolizaba y era parte fundamental del nefasto equipo de quienes estaban convencidos no solo de la impunidad, sino de que gobernar es sinónimo de enriquecimiento a cualquier costo, incluyendo la carencia de medicinas para los hospitales.

Lo ocurrido en esa breve pero importantísima etapa histórica llamó la atención de muchos países extranjeros, donde no faltaron los halagos a la ciudadanía. Fue, realmente, una verdadera épica, porque el movimiento fue espontáneo y horizontal, sin estrategia, sin plan y únicamente con el deseo de que ya no continuara esa vergonzosa situación. Por ello es más que justificado otorgarle al pueblo el premio de personaje del año, que demostró la unidad de objetivo en medio de la diversidad de criterios políticos y económicos, sexo o nivel de educación.

La consecuencia inmediata de la acción popular fueron los resultados, también sorprendentes, de las elecciones. El pueblo reaccionó como una muestra de su evidente preocupación porque el gobierno cayera en manos de políticos tradicionales, ya sea por haber gobernado antes o porque sin haberlo hecho daban todas las muestras posibles de su capacidad de cometer abusos y de desobedecer toda norma. Constituyeron dos elecciones en las que fue fundamental el factor de preocupación porque se perdiera lo ganado en las plazas, debido a las redes sociales y también al periodismo independiente.

El resultado de llevar a la Presidencia a quien en varias ocasiones afirmó no ser político se explica por ese miedo a que se repitieran todas las lacras al llevar al poder a los mismos. Pasadas las elecciones, ha comenzado una etapa igualmente sin precedentes: la preocupación por que el equipo de gobierno no exista, sea insuficiente o refleje una repetición de personajes cuestionables, de la misma manera como casi seguramente ocurrirá en el Congreso, abarrotado de tránsfugas.

Este 2015 —inesperado, extraño— será calificado por los estudiosos de la historia nacional como aquel en que despertó la ciudadanía guatemalteca y comprendió que es posible lograr cambios. Se debe tomar en cuenta que el precio de estas mejoras incipientes es la constante vigilancia y la severidad en la exigencia de buenas maneras de gobernar y de cumplir con las obligaciones ciudadanas. No se ha logrado aún, pero es un primer paso de un largo camino.

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