Niños refugiados: un posible acuerdo

Se piensa que estos menores huyen de las maras, cuyo número es de 70 mil criminales, según el rotativo neoyorquino. Por aparte, el FBI se encuentra investigando numerosos y recurrentes  casos de estafas entre 350 y seis mil dólares cometidas por delincuentes que ofrecen llevar a sus familias a los niños detenidos en bases militares desde su captura al cruzar la peligrosa frontera.

En Lynn, Massachusetts, las autoridades municipales han continuado cumpliendo con una ley local, por lo que en el 2012 recibieron a 329 niños; el año pasado, a 421; y este año, a 669, de los cuales, 248 son guatemaltecos  y 189 de ellos llegaron sin acompañamiento. Además, aumentó su presupuesto para atención a la salud pública.  En México ha habido protestas por la decisión de enviar a las fuerzas militares conocidas con el nombre de Guardia Nacional para capturar a los niños y jóvenes, todos desarmados, que ingresan y están dispuestos a entregarse, como se ha sabido y es lógico.

Los presidentes  centroamericanos,  en vista de esa propuesta de  proteger a los niños hondureños,  tienen alguna facilidad de un logro específico y sobre todo a corto plazo, al pedir que sean agregados los guatemaltecos y  salvadoreños.  Mientras esa reunión se realiza, aumentan los señalamientos diversos de que esta tragedia humanitaria, para terminar, necesita de medidas con efectos a  mediano y a largo plazos. Un ejemplo es la colaboración de Bancos de Desarrollo para el otorgamiento de fondos que sean utilizados con el fin de crear miniempresas a lo largo del triángulo norte centroamericano.

Está claro que todo esto no se soluciona con medidas que carecen de sentido, como procesar legalmente a los padres de los niños por el delito de abandono de menores. Ese equivocado criterio no toma en cuenta la avasalladora realidad de la pobreza y de la manera impune como actúan los pandilleros,  dedicados desde hace tiempo a amenazar la vida de pequeños de edades cada vez más cortas, para obligarlos a integrarse  y de esa manera librarse de ser asesinados tanto ellos como sus familiares cercanos.

Influyen también la corrupción o el temor de represalias entre los miembros de las fuerzas policiales, así como la facilidad con la que un sistema judicial ineficiente deja en libertad a peligrosos criminales  que, por otra parte, en otras ocasiones, desde las cárceles ordenan la comisión de hechos de sangre, sabedores de que su impunidad está garantizada.  De todo ello deben hablar los cuatro presidentes que se reúnen hoy. Es un problema transnacional que exige dejar a un lado la politiquería electoral estadounidense, otro terrible factor de funestas consecuencias.

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