IDEAS

No es el trato

La mayoría de diputados en el Congreso parecen no haber entendido que la ciudadanía guatemalteca ya cambió. Se comportan tan deplorablemente como los “depurables” de la época de Serrano y creen que se podrán salir con la suya sin percatarse de que estamos en tiempos muy distintos, donde los ciudadanos, gracias a la tecnología, están más al tanto de lo que sucede y tienen mejores herramientas para reaccionar ante sus desmanes. Y aun así, a los “depurables” de aquella época los logramos sacar. ¿Qué se puede esperar ahora?

La gota que derramó el vaso de la paciencia ciudadana fue el affaire Giordano, pero este solamente es el reflejo de un mal mucho más profundo y enraizado, que forma parte inherente de ese sistema corrupto de latrocinio de los recursos de los tributarios. Por donde lo veamos, siempre encontraremos a alguien robando o, como mínimo, despilfarrando el dinero.

Lo peor de todo es que nos quieren dar atole con el dedo con ese circo de falso arrepentimiento de pecados intrascendentes para desviar la mirada de lo que realmente es importante. En el caso del diputado Giordano, por ejemplo, nos quiere dar circo con su supuesto arrepentimiento y pedir perdón de rodillas, pero claramente declara que “Mi error fue el vocabulario que utilicé”. ¡Ese no es el “error”!

Esa simplemente es la gota que desencadenó la animadversión en las redes sociales. El crimen —el que debe investigar el Ministerio Público— no es el uso de lenguaje soez, sino la extorsión a funcionarios públicos para robar dinero de los tributarios. ¡Ese es el crimen que intentaron cometer Giordano y varios otros de los diputados, no solo con el gobernador de San Marcos, sino también con la gobernadora de Alta Verapaz y quién sabe con cuántos funcionarios más!

No debemos dejar que el circo alrededor del lenguaje y los insultos que se han dado en esas sesiones grupales de bullying a funcionarios nos hagan perder la mirada de lo importante. Casi toda la coacción de los diputados hacia funcionarios públicos tiene un solo propósito: robar dinero de los tributarios. Lo pueden disfrazar de muchas maneras, sea como “plazas”, sea como obras, pero al final todo se traduce en dinero robado.

Tampoco hay que perderse en los tecnicismos de los leguleyos para que no se oiga tan mal: la malversación y los demás nombres se resumen en que es un robo. Un robo de los recursos que primero nos quitan a la fuerza a nosotros —con la excusa de apoyar a los pobres— pero que luego se pierde entre la burocracia y la corrupción.

Así que ahora debemos ocuparnos en lograr que los diputados corruptos paguen por sus crímenes. El Ministerio Público está obligado a investigar esas formas por medio de las cuales los diputados se apropian de los impuestos y no quedarse solo en el tema del lenguaje, los insultos y el racismo.

Pero no se debe parar allí. Porque tampoco es algo solo de los diputados. Le garantizo que muchos de los funcionarios por ellos extorsionados también se quedarán con su parte del robo. Eso también se debe perseguir.

Lo que nos debe quedar claro es que el problema está en el sistema y mientras no lo arreglemos, continuará. No es cuestión solo de personas, es un problema de sistemas e incentivos.

En el caso específico de los diputados, es imperativo que sigamos presionando para que se llegue, por lo menos, a un proceso de elección por subdistritos o por listas semiabiertas, en el cual uno tenga la opción de votar directamente por cada uno de los candidatos y no que se nos obligue a hacerlo por el partido y la lista que a ellos se les antoja. Esas infames listas son la principal razón por la que llega tanto indeseable al Congreso. ¿Va a participar usted en el cambio?

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).