¿Nuevas masculinidades?

FRANCO MARTÍNEZ-MONT *

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Subjetividades paranoicas inventadas por los hombres para definir su estatus, roles y funciones en la sociedad.

La cosificación de las mujeres -destroncando su naturaleza de sujetos sociales-, es confinar a cualquier nación al subdesarrollo crónico. La falsa idea de la superioridad machista -los medios masivos de comunicación perforando conciencias— legitima las multiviolencias, la impunidad, la subordinación política y el sojuzgamiento sexista engendrando un sistema patriarcal que corroe la igualdad, la libertad y la justicia social. Pero peor aún, socava los endebles cimientos de la democracia, de los derechos humanos y de la ciudadanía.

En esencia, el machismo ha sido una estrategia de dominación amparada en el derecho que se reproduce victoriosamente en las entrañas del sistema capitalista, ya que es a través de la división internacional del trabajo que el machismo argumenta su absolutización en los procesos productivos, en la política, en la economía y en la cultura.

El capitalismo consolida las desigualdades bajo un ideario patriarcal —basta con mencionar que de las nueves personas más ricas del mundo para 2014, solamente dos son mujeres: Liliane Bettencourt y Christy Walton-.

Y por otro lado, el machismo encuentra en el capitalismo un aliado clave, puesto que la sociedad de consumo —reificación de la mujer—, atomiza la cohesión social de los movimientos organizados de mujeres, convirtiéndolas en activistas polarizadas por los encuadramientos teoréticos sin incidencia política/pública en las causas estructurales del machismo que van más allá del discurso de las nuevas masculinidades.  

Las nuevas masculinidades son un enfoque destinado a desestandarizar los patrones individuales y colectivos sobre lo que significa ser hombre.

Empero, es una oleada interagencial que el capitalismo postfordista ha inoculado en la psique y gnosis de los sujetos, pues su abordaje es subjetivo, cuando en verdad la hegemonía se objetiviza no solo en la cultura dominante, sino en la creación de lenguajes de poder y prácticas segregacionistas en la política, en la economía, en la historia, en las artes, en la educación, en la religión y en la epistemología.

No obstante, la masculinidad tiene anclajes más profundos que se cristalizan en la ciencia, en la tecnología y en la filosofía.

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