A CONTRALUZ

El terremoto político mexicano

|

Las elecciones generales celebradas en México el pasado domingo encumbraron a Andrés Manuel López Obrador no solo como el próximo presidente de ese país, sino que constituyeron un quiebre histórico de la partidocracia tradicional. El amplio margen del 53% de los votos a favor de Morena superó las expectativas de las encuestas previas a los comicios y demostró el repudio de los mexicanos con los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN) que en los últimos 18 años se habían repartido el poder. El voto a favor de la izquierda evidencia el clamor ciudadano porque pare la violencia que en el último sexenio ha causado más muertos que durante todo el conflicto armado de Guatemala. Ese voto también fue un rechazo contundente a la corrupción que va desde el presidente Enrique Peña Nieto, gobernadores hasta funcionarios menores. El PRI, abanderado de la corrupción y el clientelismo, sufrió su peor derrota que lo deja en una situación totalmente marginal.

El candidato ganador no es ningún personaje nuevo en la arena política, ya que es un disidente del viejo PRI y en el período 2000-2005 fue el jefe del gobierno de la Ciudad de México, para luego participar como candidato presidencial en los comicios del 2006 y 2012. Sin embargo, por su perfil antisistema fue visto como una amenaza por la clase política que se unió en coro en su contra, así como la cúpula empresarial, en el que destacaba el consorcio Televisa, a la que se ha señalado de fabricar presidentes a la medida de sus intereses, algo así como el monopolio televisivo de Ángel González aquí en Guatemala. En las dos elecciones anteriores, López Obrador alegó que le habían robado el triunfo. En el último sexenio comenzó a construir Morena y a desarrollar un amplio trabajo de base que lo catapultó como el político más carismático, mientras el PAN y el PRI afrontaban problemas internos.

Los electores prácticamente le dieron un cheque en blanco a López Obrador porque casi borraron a la oposición. El terremoto político ha significado que el próximo presidente tendrá mayoría en la Cámara de Diputados y el Senado, lo que antes solo tuvo el PRI cuando gobernó durante 70 años. Esta es la gran fortaleza del nuevo presidente, pero también podría ser su perdición si cree que ese amplio margen de maniobra le permitirá impulsar políticas populistas y tomar decisiones intolerantes, como aseguran sus detractores. López Obrador ganó en 31 de los 32 estados de México, lo cual quiere decir que era amplio el desencanto contra las políticas neoliberales impuestas por la clase política tradicional, al igual que la esperanza de un cambio. Pero si ese cambio real no se hace efectivo, también será un bumerán contra el próximo gobierno.

¿Existirá riesgo de que México se convierta en una Venezuela? Pienso que no, porque en la pasada campaña electoral se observó un López Obrador más mesurado, más inclusivo y con un programa de gobierno reformista. El líder de Morena sabía que para ganar necesitaba agregar más fuerzas de un amplio espectro político y social, como la polémica presencia del ultraderechista Partido Encuentro Social (PES). Después de su resonante triunfo, López Obrador dio a conocer su gabinete de gobierno en el que de 15 secretarías —ministerios—, ocho serán dirigidas por mujeres. También ofreció que no habrá expropiaciones, en un mensaje de calma dirigido al sector empresarial, y aseguró que su gobierno se volcará hacia los sectores más empobrecidos. La duda es si López Obrador podrá responder en forma efectiva a las ansias de un cambio verdadero, principalmente el reto de poner fin al baño de sangre en todo el país y terminar con la corrupción.

@hshetemul

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.

ARCHIVADO EN: