SI ME PERMITE

La unidad familiar es antes que la prosperidad

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“En la vida familiar, el amor es el aceite que alivia la fricción, el cemento que une, y la música que trae armonía”. Eva Burrown

Cuando se habla de la familia, antes de pensar quiénes la componen y cuántos miembros tiene, lo esencial de ella está en su dimensión de la integración que tiene y cuanto se ha cultivado la interdependencia para que pueda funcionar como una sociedad unida y armónica por encima de todas las cosas.

El elemento de la unidad, que es tan fundamental, nunca se logra porque se impone o se le demanda, sino porque se cultiva con principios y criterios de interrelación que con el paso del tiempo la hace tan fuerte que nada puede afectarle.

Lamentablemente, en nuestros días muchas familias están golpeadas porque hay un desmedido interés en prosperar y poder así alcanzar sus sueños, cuando se entiende que la prosperidad es cuestión de meta, no tanto de logros que nos gratifican con comodidad.

Conocemos a muchos que por alcanzar prosperidad han sacrificado la vida familiar y la interrelación que habían tenido, y llega el momento en que el hogar termina siendo un lugar donde la gente se alberga pero no se relaciona.

Debemos admitir que la superación económica de una familia, por el orden de prioridad, es algo tan relativo que los imprevistos de la vida pueden afectar de tal modo que de alguna manera permitirá superar los tiempos adversos, pero mucho más determinante será la unidad que han logrado antes de lo que económicamente han podido acumular.

Si verdaderamente queremos asimilar una cultura auténtica de prosperidad, entendamos que debemos ser una familia que tiene unidad, que está buscando ideales que son comunes y que sus metas y aspiraciones son tan compartidas que cada uno de ellos tiene el mismo interés y la misma meta, pero en ninguna manera se alejan de la familia para alcanzar el sueño que tienen, sino porque cada uno de ellos es parte del proyecto, se involucra en él.

Es indudable que a los miembros de una familia que tiene la aspiración de la unidad verdadera muchos podrán verlos como extraños porque actúan y se movilizan armónicamente, para lo cual no necesitan muchas razones para discutirlas y ponerse de acuerdo, sino todo lo contrario, todos son parte de los sueños de cada uno y saben que en cualquier momento pueden contar con el apoyo de ellos para poder avanzar.

Una familia que vive con valores propios y consecuentes nunca cae en la trampa de los criterios comparativos de cómo le funciona a los demás, sino el principio se establece por lo que ellos son y a dónde quieren llegar.

La verdad es más que un simple dicho de que cada familia es un mundo diferente y por ello ni podemos imitar y mucho menos planificar nuestra vida fundada en la vida de otros.

Claro está que podemos aprender de otros, y debemos hacerlo porque hacerlo es de sabios.

La virtud en la que más se debe trabajar a nivel individual en la familia para conservar la unidad es la capacidad de comunicarse con toda claridad y principalmente comprenderse, y la consecuencia de esto será el ayudarnos, no importando lo que nos cueste.

Infinidad de historias se conocen de aquellos que han alcanzado lo imposible simplemente por el hecho de que su familia les creyó y apoyó hasta alcanzarlo. Nosotros también podemos llegar a ser una familia integrada y nunca es tarde para iniciar.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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