PALABRAS DE PAPELLejos de la patria

EDUARDO P. VILLATORO

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Desde Nueva York hasta Tarragona, pasando por San Francisco y Cuernavaca. También de Finlandia, Canadá, Argentina y Hungría.

De ciudades y países tan distantes como cercanos he tenido la oportunidad de hacer nuevos amigos y amigas. Personas desconocidas porque no sé cómo es su semblante ni su físico, que entablaron comunicación conmigo al leer mi columna en la página web de Prensa Libre.

Aunque ni siquiera conozco sus hábitos, son amigos, aunque sea en la distancia, porque hemos compartido ideas, frustraciones, recuerdos y bromas por medio del correo electrónico.

Algunos son extranjeros interesados en conocer lo que sucede en Guatemala, y otros, la mayoría, son compatriotas que emigraron temporal o definitivamente por diversas causas, casi siempre políticas.

Hace unos cinco meses recibí el primer mensaje de Oscar Pérez, un guatemalteco que desde principios o mediados de la década de los 60 (del siglo pasado, por supuesto) se vio obligado a exiliarse.

Estuvo primero en México y luego se refugió en Chile, donde lo sorprendió el golpe de Estado contra el presidente mártir Salvador Allende.

Los militares golpistas prácticamente lo echaron de aquel país sudamericano, pero tuvo la buena fortuna de ser acogido en Finlandia, donde reside ahora.

Otro compatriota lejano es Javier Gramajo López, de unos 35 años de edad. Con su esposa Rhonda, también chapina, estudian en Tarragona, una preciosa ciudad de Barcelona, donde han intervenido en programas radiales acerca de temas guatemaltecos. Esperan retornar dentro de unos dos años.

También he recibido correos de Sergio P. Licardie V., otro paisano distante, aunque no muy lejano.

Tiene 40 años de estar fuera del país, y ahora reside en Cuernavaca, México, con su amada Elsa Margarita. En sus mensajes denota que no ha perdido los modismos guatemaltecos.

Otros guatemaltecos que residen en San Francisco me escribieron y después me entrevistaron a distancia y en directo, para la radio que operan en aquella ciudad de California; mientras que mi amigo Alfredo Saavedra, periodista, poeta, cuentero y narizón se ha comunicado conmigo desde donde reside, en una pequeña ciudad de la provincia canadiense de Ontario. Allí transcurre apaciblemente su exilio, a estas alturas voluntario.

De Nueva York recibí hace meses correos de un optimista grupo de jóvenes guatemaltecos que se han unido en una organización que bautizaron con el nombre de Semillas de Libertad, con el ánimo de contribuir a la democratización de Guatemala, mediante sus aportes cívicos; y de Argentina me han escrito Rafael y Roberto Bianchi López, quienes me cuentan que son descendientes de guatemaltecos y que están interesados en visitarnos próximamente.

Dos húngaros de apellidos impronunciables y también difíciles de escribir afirman en sus correos que se fueron encantados de Guatemala, por las atenciones recibidas, y tienen la intención de retornar algún día.

Una de mis más recientes adquisiciones amistosas (si se me permite decirlo así) es Araceli Pizarro, una muchacha estudiante universitaria de Calexico, en California. Me ha pedido información sobre los grados de pobreza y extrema pobreza en Guatemala, para realizar una investigación académica.

He tenido que decirle la desesperante realidad.

Por ejemplo, que seis millones de guatemaltecos tienen ingresos de apenas Q390 mensuales, cantidad insuficiente para satisfacer sus necesidades básicas.

No pueden aspirar a acudir donde el médico, no tienen oportunidad de que sus hijos adquieran útiles escolares, si es que tuvieron la suerte de inscribirlos en una escuela pública, ignoran la existencia de vitaminas y si no tienen más que una o dos mudadas de ropa, menos pueden disfrutar de una función de cine, de saborear un pastelillo o tomar una agua gaseosa.

Presumo que apenas si se atreven a soñar.

(Romualdo recuerda a una familia muy pobre que vive en una casa tan, pero tan chiquita, que en el pequeño cuadro de La Ultima Cena que pende de la pared sólo caben seis apóstoles. Los restantes están posando en la vecindad).

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