PALABRAS DE PAPELTelevidentes exasperados

EDUARDO P. VILLATORO

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No es un secreto celosamente guardado que el vicepresidente Reyes López tiene la especial característica de serle antipático a diversos grupos y personas, sobre todo del sector empresarial organizado en el quisquilloso Cacif.

No pasa inadvertido el estilo vehemente con que el funcionario defiende sus incisivos argumentos, apartándose de la tradicional hipócrita ceremonia de dúctiles políticos.

Ese desparpajo suyo al ofrecer declaraciones públicas, que para sus detractores lindan en la grosería, en especial cuando se refiere a sus antiguos colegas de la iniciativa privada, en su expresión social más elevada, le ha granjeado suficiente animosidad como para desistir a cualquier pretensión de participar en un concurso de popularidad auspiciado por esas corrientes de poder.

Espontánea o deliberadamente, el vicepresidente ha forjado los suficientes méritos para granjearse el rechazo de las organizaciones empresariales; pero sus asesores de imagen como que no se han percatado de esta animadversión, porque afanosamente insisten, con aviesa intención, en ampliar la antipatía vicepresidencial a círculos menos exquisitos y con bajas intenciones políticas.

Una muestra de esa miopía mediática ocurrió la noche del domingo. En el umbral de la eclosión televisiva se encontraban miles de hogares religiosamente inmóviles frente a sus pantallas, en espera del final de un concurso del programa La Academia, cuando súbitamente se integró la imprevisible cadena de radio y televisión, para escuchar un discurso del presidente en funciones, cuyo rostro se tuvo la oportunidad de disfrutar.

Es fácil de imaginar las expresiones escatológicas que brotaron abierta o imperceptiblemente de labios de mujeres, jóvenes y niños de pudoroso comportamiento en condiciones normales, pero que en ese instante se olvidaron de su recato y prudencia, para recordar rencorosamente a ascendientes cercanos del vicepresidente, ajeno en la pantalla chica a estas iracundas reacciones de irritados televidentes, pero no así sus consejeros que se refocilaban por contribuir en desgastar aún más e innecesariamente la imagen del dignatario.

Además, suficiente espacio televisivo tiene el Gobierno todos los días de la semana, como para exasperar a los televidentes en sus relajadas y enajenadas noches dominicales.

(Romualdo le dice a cierto holgazán: Ya que sos tan flojo deberías comprar un control remoto. Éste repone: ni que fuera tan haragán como para no pedirle a mi mujer que cambie de canal).

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