EDITORIAL
Patrimonio está en alto riesgo
Petén ocupa casi la tercera parte del territorio guatemalteco y poco más de la mitad de esa región constituye la Reserva de la Biosfera Maya, que pese a ser una de las zonas boscosas más privilegiadas de Centroamérica está seriamente amenazada.
Narcotraficantes, depredadores de diversas especies nativas de la región y puñados de invasores que actúan con propósitos diversos, incluidos los criminales, se han constituido en la mayor amenaza para la región, porque es a quienes más se responsabiliza por la consolidación de la mayoría de actividades ilícitas.
Pese a que la zona de la Biosfera es una región protegida, por incluir parques, biotopos y sitios arqueológicos, eso es parcialmente cierto, porque en Petén es donde se concentran las mayores penalidades cuando se habla de la presencia del Estado, pues no se cuenta con los recursos suficientes para proteger uno de los patrimonios naturales más apreciables.
La poca presencia de la autoridad se limita a atender los problemas más ingentes, que están relacionados con la delincuencia, aunque ni siquiera esto es garantía de éxito, como se ha visto recientemente, ya que las mismas autoridades se han visto amenazadas.
En los últimos días varios incendios hicieron que se volviera la vista hacia esa lejana región, pero poco se dijo de que muchos de esos desastres son provocados por invasores que buscan ganar terreno, o para limpiar extensas áreas para otras expresiones criminales.
Hasta ahora nada se ha notificado sobre capturas o sanciones a quienes provocan esos siniestros, pese a que existen autoridades que tienen pleno conocimiento de los hechos y de sus autores, quienes supuestamente lo hacen con el pretexto de buscar tierras para habitar, algo que también debería ser plenamente investigado.
La fragilidad de esa región es tan evidente cada año incluso aumentan los permisos y licencias para el establecimiento de asentamientos humanos, que se van acercando más a las zonas núcleo de algunos parques, y lo peor es que han ido en aumento las usurpaciones.
A ese perverso avance contribuye la escasa presencia de autoridades y, en muchos casos, funcionarios corruptos que incumplen con sus obligaciones ante los incendios provocados, o ante el incontenible tráfico humano que también cruza por ese territorio. Toda una ignominia ante el atroz avance de los depredadores en una de las zonas más abandonadas del país.
Todo esto lo saben las autoridades, pero como sucede con muchos otros ámbitos del fortalecimiento institucional, han sido más poderosos los estímulos perversos que velar por el imperio de la legalidad.
Hace poco más de un siglo, Petén cobraba fama mundial ante el descubrimiento de su inmensa riqueza natural y arqueológica. Hoy también se estima que otros cien años serán suficientes para terminar con ese invaluable patrimonio si no se detiene la devastación, pues según los expertos, se pierden unas 13 mil hectáreas de bosque cada año, algo que puede empeorar si prevalecen la parsimonia y la indiferencia de quienes pueden hacer algo.