PLUMA INVITADA
Caos… ¿hasta cuándo?
Ante esta ingobernabilidad y caos, pienso en el poco valor y poder que actualmente tienen las palabras. Parece no existir un diálogo concientizador respecto de la problemática actual.
Esta surrealista situación me recuerda una película retro llamada La guerra de los Roses, ojalá sin ese final.
Como poeta, y ciudadana guatemalteca, me niego a aceptar esta barbarie. No soy ni de izquierdas (hay muchas), ni de derecha, ni de fundamentalismos que terminan apoderándose del derecho de los humanos a pensar por sí mismos. Valoro la libertad, y la justicia. Respeto a mis semejantes, así como también a la madre naturaleza, y siempre digo “mi libertad termina donde inicia el derecho de los demás”.
Obviamente los manifestantes creen estar defendiendo su derecho a manifestar, artículo 33 “Derecho de reunión y manifestación”, pero olvidan la parte en donde dice “pacíficas”, y dejan de serlo cuando privan a otros de trasladarse a donde les plazca, libertad que otorga nuestra Carta Magna, Artículo 26, “Libertad de locomoción”.
Esto es arrogarse la administración de la ley, y también infunde miedo en los ciudadanos.
Igual situación: un niño en la escuela camina al baño, y un grupo de compañeros no lo dejan pasar porque ahora ellos mandan.
Cuando niña no comprendía cómo las personas decían una cosa y hacían otra. Actualmente lo mismo, al escuchar que la finalidad de las manifestaciones es defender la “democracia, el estado de Derecho y la libertad”, ¿de quién? ¿Es que no comprenden que con sus acciones estas son violentadas? Total contradicción.
' Un país libre y democrático no se puede construir si se violentan los derechos de la inocente mayoría.
Patricia Muñoz Meza
Ante todo lo acaecido, cualquier objetivo o causa que se busque defender manifestándose pierde credibilidad y legitimidad, convirtiéndose en opresión o autoritarismo, proveniente del mismo pueblo, y los defensores de la libertad se convierten en lo mismo que critican, solo que ahora ellos deciden quién pasa, come, tiene agua, etc., y supongo que no es lo que quieren.
Además están violentando otros artículos de la Constitución y derechos humanos, entre estos el derecho a la salud, la vida, al trabajo, derecho al agua, un recurso natural de todos los guatemaltecos, y parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, ya que su carencia atenta contra la salud, la vida y el bienestar humano.
Por ende, tomar Xayá Pixcayá no tiene nada de pacífico. Esto parece extraído del Sun Tzu o películas de guerra en las cuales vemos cortar accesos, suministro de agua y alimentos, así el enemigo, por hambre, sed y enfermedad, se rinde. Únicamente que aquí el inocente pueblo de Guatemala no puede ser enemigo del mismo pueblo. ¿Acaso han olvidado que somos una nación víctima de la pobreza, la falta de acceso a la salud, a la seguridad, a la falta de oportunidades que obligan a nuestros hermanos a migrar al norte, en donde sufren exclusión y racismo, y que aún tratamos de salir de la pandemia?
¿Qué sucede? ¿Nos están dividiendo? ¿Nos están poniendo hermano contra hermano? Los gobernantes vienen y van, pero el pueblo permanece, y debe estar unido y respetarse, en aras de construir un mejor futuro para Guatemala.
Un país libre y democrático y con estado de Derecho no se puede construir cuando se violentan los derechos de la inocente mayoría. Es como tratar de construir una casa destruyendo la del vecino.
Como escribí el 19 de agosto: “Guatemala, hoy más que nunca, necesita esperanza”, pues esta aún no ha sido encontrada.