Por fin, los expertos rompen el silencio sobre los refuerzos de la vacuna de Johnson & Johnson contra el covid
Como ya he escrito antes, participé en el ensayo de la vacuna de Johnson & Johnson. Aunque al principio recibí el placebo, el estudio me ofreció la oportunidad de recibir la vacuna auténtica semanas antes de que hubiera podido tener acceso a ella y acepté agradecida. En aquella época, las autoridades de salud pública nos decían que nos pusiéramos la primera vacuna que pudiéramos conseguir. Todavía me alegro de haber seguido este consejo; después de pasar el peor año de mi vida, me aterraba la idea de contagiarme de covid-19 justo al borde de la salvación de la vacuna.
Pero entonces las cosas empezaron a ir mal para Johnson & Johnson. A finales de marzo, se supo que había problemas en la planta de Baltimore que fabricaba la vacuna y la farmacéutica tuvo que desechar hasta 15 millones de dosis contaminadas (al final se tiraron unos 60 millones de dosis). A mediados de abril, las autoridades federales pidieron que se suspendiera el uso de las vacunas de J&J porque, en casos muy raros, estaban relacionadas con un trastorno de la coagulación de la sangre.
Para entonces, hacía un mes que me había vacunado. Sin embargo, me preocupaba lo que los problemas con J&J significaban para las vacunas de refuerzo. Cuando me vacuné, sabía que la empresa estaba probando un régimen de dos dosis y pensé que era probable que acabara recibiendo una segunda inyección de Johnson & Johnson. De repente, eso parecía poco claro.
En las semanas siguientes, mi incertidumbre no hizo más que aumentar. Dado que J&J solo constituye una pequeña fracción de las vacunas, ha habido una escasez de información sobre su funcionamiento en el mundo real. En mayo, por ejemplo, cuando los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) dijeron que ya no era necesario que las personas vacunadas usaran cubrebocas en espacios cerrados, se basaron principalmente en los hallazgos de que las vacunas de ARNm, como las fabricadas por Pfizer y Moderna, inhiben la transmisión. No tenía intención de vivir mi vida con más precaución que las personas que habían recibido vacunas de tipo ARNm, pero odiaba sentirme más vulnerable que ellos.
Así que en mayo, con la abundancia de vacunas en el lugar donde vivo, fui a una clínica cercana y me vacuné con Pfizer. En ese momento, razoné, los países europeos ya estaban combinando la vacuna de AstraZeneca, que utiliza más o menos el mismo mecanismo que la de J&J, con las vacunas de ARNm. Un estudio británico no encontró ningún peligro en la mezcla de dosis, además de un aumento de los efectos secundarios. Y un estudio español demostró que cuando la inyección de AstraZeneca iba seguida de la de Pfizer, parecía desencadenar una respuesta inmunitaria más potente que las dos dosis de AstraZeneca.
Nadie en la clínica me preguntó si ya me había vacunado. Aun así, sentí que estaba haciendo algo a escondidas y vergonzoso y no solo porque es injusto que los estadounidenses tengan tal exceso de dosis. En general, no creo que la gente como yo, sin ningún tipo de experiencia médica, deba ignorar las indicaciones de los expertos sobre las vacunas porque “investigué por mi cuenta” en internet.
No obstante, los expertos no les decían gran cosa a las personas que habían recibido la vacuna de J&J. Me puse en contacto con un par de médicos y científicos de alto nivel, pero no me respondieron, quizás por reticencia a dar consejos médicos no probados.
Sin decirlo de manera abierta, otras personas estaban haciendo lo mismo que yo. Justo después de recibir la inyección de Pfizer, llamé al ensayo de J&J para confesar qué había hecho, en caso de que la gente que lo dirigía necesitara que me retirara. La persona con la que hablé me dijo que, aunque no era lo ideal, debía seguir participando y que no era la única voluntaria que había salido a vacunarse por segunda vez.
La falta de pruebas en torno a J&J parecía más aterradora ante la propagación de la variante delta. Anteriormente, los datos de Reino Unido habían demostrado que una sola dosis de Pfizer o AstraZeneca proporcionaba una protección bastante buena contra la infección por covid-19. Con la variante delta, la protección de una sola dosis se redujo mucho, a casi un 35 por ciento.
Durante semanas, nadie supo qué significaba eso para la vacuna de J&J. Angela Rasmussen, experta en virus de la Organización de Vacunas y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Saskatchewan, recibió la vacuna de Johnson & Johnson y supo de personas que también se la habían puesto y estaban asustadas.
“A decir verdad, no culpo a la gente; no paran de oír todo esto de dos vacunas, dos vacunas, delta, hay que tener el cuadro de vacunación completo”, me dijo a principios de esta semana. “Y la realidad es que nadie dice nada sobre Johnson & Johnson”. Afirmó que mucha gente “siente que la dejaron en el olvido porque en realidad no ha salido ninguna información nueva al respecto”.
El 21 de junio, Rasmussen decidió aplicarse un refuerzo con la vacuna de Pfizer. Más o menos al mismo tiempo, Michael Z. Lin, neurobiólogo y bioingeniero de Stanford, escribió un hilo en Twitter en el que argumentaba que los CDC deberían emitir directrices sobre los refuerzos de ARNm para las personas que habían recibido la vacuna de J&J. Un par de días después, Andy Slavitt, hasta hace poco asesor principal del equipo de respuesta a la pandemia del presidente Joe Biden, sacó un episodio de su pódcast titulado “La pregunta sobre la variante delta que nadie responde”, en el que se dirigía a quienes habían recibido la vacuna de Johnson & Johnson y se preguntaban si debían recibir otra vacuna. Fue ambiguo: o esperar a que haya datos o “ir y ponerse una dosis de Pfizer o Moderna”.
Ojalá hubiera escuchado eso antes, porque para entonces ya me había aplicado las dos dosis de Pfizer. Cuando la clínica programó mi segunda cita, no estaba segura de si debía acudir. Todavía no sé por qué lo hice. Sobre todo, en una época en la que nadie hablaba de los refuerzos de J&J, no quería ser una anomalía. Quería el ciclo completo de la vacuna de Pfizer porque no quería preocuparme porque los nuevos descubrimientos sobre la eficacia del ARNm contra las variantes aplicaran en mi caso.
No pasó nada malo, pero los expertos con los que hablé dijeron que la tercera dosis era innecesaria y que hay un punto a partir del cual demasiada estimulación inmunológica puede ser perjudicial. “No hay ninguna razón apremiante para aplicarse más de un refuerzo de ARN”, me explicó Lin.
De hecho, puede que no exista razón alguna para recibir un refuerzo. El jueves por la noche, con el debate sobre el refuerzo de J&J en todos los medios de comunicación, Johnson & Johnson publicó datos que muestran que su vacuna conserva la mayor parte de su eficacia contra la variante delta. “Las vacunas de refuerzo parecen innecesarias, al menos por ahora”, informó The New York Times.
Las noticias de Johnson & Johnson no cambiaron la opinión de Lin. En su opinión, incluso antes de la variante delta, J&J no era tan eficaz como las vacunas de ARNm, lo que le hace temer que se produzcan nuevas infecciones. Y dado que la variante delta es más transmisible que las anteriores, quienes se contagien después de vacunarse podrían ser más propensos a infectar a otros.
Ninguna de las personas con las que hablé dudó sobre el mensaje, durante la primera parte del despliegue de la vacuna, de aplicarse la primera inyección que pudiera conseguir. Cuando las vacunas eran escasas y el virus estaba en ascenso, parecía sensato hacerlo. Pero ahora que las vacunas de ARNm abundan en el país, la situación ha cambiado.
Estaría bien que los CDC nos orientaran al respecto, pero no debemos esperar que lo hagan pronto. Slavitt comentó que, a falta de datos, sería irresponsable que los CDC hicieran una recomendación y agregó: “La gente quiere que la ciencia nos diga qué hacer con exactitud. Cuando decimos: ‘Haz lo que la ciencia diga’, la realidad es que la ciencia no siempre sabe qué hacer”.
Así que, como en muchos otros aspectos de esta pandemia, la gente tiene que averiguar las cosas por sí misma. Slavitt señaló que uno de sus hijos se vacunó con Johnson & Johnson y está planeando aplicarse un refuerzo de ARNm. Pero, advierte, las personas que hagan lo mismo deben saber que lo hacen bajo su propio riesgo.
Según Slavitt, la necesidad de tomar decisiones con información imperfecta “no es inusual, en especial en una situación en la que estamos ante un virus nuevo. El tiempo nos dirá la respuesta. Claro, a la gente no le gusta estar en la incertidumbre mientras eso sucede”.
Me alegro de que los expertos ya estén comenzando a dar su opinión, pero desearía que esta conversación se hubiera hecho pública hace semanas.