CATALEJO

Por qué la broma está fuera de lugar

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A NADIE, EMPEZANDO CON el presidente Jimmy Morales, debe extrañar la batahola, la bulla, provocada en Guatemala y en el extranjero a causa de la oferta de mano de obra barata para ayudar a Donald Trump a construir su absurdo, irrealizable y sobre todo contraproducente muro de una vergüenza similar a la provocada cuando el régimen comunista de Alemania Oriental construyó el muro de Berlín, demolido literalmente por los alemanes con sus manos en 1989. Lo peor es el calificativo de broma otorgado posteriormente a esas palabras, pues esta palabra broma es sinónimo de chanza, o sea hablar festivo y gracioso, aparentando sinceridad. Equivale también a burla, es decir palabras para poner en ridículo a alguien. Lo dice el Diccionario.

POR APARTE, ESTE TIPO de lenguaje es absurdo cuando alguien, sobre todo si es mandatario, es cuestionado por la prensa. Una respuesta basada en el sarcasmo —ironía mordaz y cruel— está también totalmente fuera de lugar porque a causa de ser la seriedad uno de los factores principales de la tarea periodística informativa, expone a quien lo emplea a ser requerido posteriormente por un entrevistador a hablar en serio, advertencia muy justificada porque no es tarea del periodista decidir si la respuesta constituye lenguaje figurado, una muestra de supuesto ingenio, o cualquier otra cosa posible. Tratar de considerar este incalificable yerro como algo festivo, y gracioso, según la definición del Diccionario, es peor y más vergonzante.

RECUERDO CUANDO EN UNA ocasión Ronald Reagan, también en broma, frente a la prensa y cuando se arreglaban los micrófonos, dijo: “el bombardeo a la Unión Soviética comenzará en cinco minutos”. La reacción de los aliados estadounidenses fue de estupor, y la de los soviéticos, de furia. Las personas con cargos importantes no bromean, incluido el presidente de Estados Unidos, de Guatemala y de todos lados. Punto. Hablando en términos de actuación —un tema coincidente en ambos— es salirse del libreto, del papel de presidente. Tiene también mucho de lógica bastante simple, así como de las verdaderas capacidades de las personas de decidir cuándo deben quedarse callados y cuándo deben hablar. Lo menciono como anécdota.

EN EL CASO DE JIMMY MORALES, la monumental equivocación tiene un agregado: un argumento de sus críticos se ha referido precisamente a su calidad de exactor —ojo: exactor— de programas de humorismo no considerado de calidad por algunos sectores, aun cuando haya sido muy popular, aceptado por la mayoría y a causa de ello sea la principal razón de su inesperado ascenso a la presidencia. En los escasos 97 días pasados desde su toma de posesión, ya son innegables las manifestaciones en redes sociales, en columnas y editoriales periodísticos acerca precisamente de la poca capacidad política de quien ahora no recibe apoyo ni de sus propios diputados.

POR TODO ELLO, EL EQUIPO asesor cercano tiene la obligación con el mandatario y con el país, de explicarle por qué es válida la enorme cantidad de críticas y el rechazo sobre todo provenientes de los guatemaltecos dependientes de las remesas. Sería nefasto si su participación en encuentros internacionales provoque desazón (pesadumbre, inquietud) respecto a sus declaraciones. Ciertamente, estos consejeros pueden realizar bien su trabajo, pero al fin de cuentas es él quien debe tener la habilidad de escoger las palabras y estar convencido de la seriedad de su papel. No lo está. Las excusas son hasta cierto punto válidas, pero no borran los efectos de olvidarse de la presidencia como un trabajo de 24 horas, la totalidad de los 365 días del año.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.