EDITORIAL

Reales enemigos del sindicalismo

Cuando líderes sindicales como Luis Lara, quien encabeza a los trabajadores de Salud Pública, profieren amenazas de paralizar servicios públicos en todo el país, en este caso la prestación de atención médica y hospitalaria, para obligar al Gobierno a cumplir con los acuerdos exagerados a los que han llegado para beneficio exclusivo de sus integrantes, se convierten de hecho en los verdaderos e innegables enemigos del sindicalismo.

Los sindicatos, cuando son creados en empresas y organizaciones privadas, pueden llegar en algunas ocasiones a afectar al país entero cuando efectúan huelgas u otro tipo de manifestaciones para que los beneficios obtenidos se cumplan, y esto puede representar algún desgaste. Pero cuando se trata de laborantes gubernativos, que prestan servicios públicos, pagados con recursos del Estado, a la población que no tiene otra forma de acceder a la atención médica, resulta imposible evitar que las consecuencias negativas de tales paros se conviertan en un arma de efecto contraproducente.

Otro factor que influye en las consecuencias negativas de los acuerdos a los cuales llegan los sindicalistas de las entidades que negocian con ellos es la actitud muchas veces complaciente de quienes firman en nombre del Estado. Aceptar condiciones ilógicas y exageradas es una forma simple de evitar problemas políticos, a lo cual se agrega la actitud de que serán otros gobiernos los encargados de enfrentar las implicaciones económicas de los pactos.

Los beneficios exagerados de algunos sindicatos solamente dividen a los trabajadores. Por aparte, la actitud de no cumplir con las labores a las que están obligados se convierte en un hecho con consecuencias a largo plazo que afectan la vida de miles de personas. Por ejemplo, en el caso del gremio magisterial que sigue las órdenes de otro sindicalista polémico, Joviel Acevedo, la falta de horas de clases impartidas en las escuelas públicas significará un atraso cultural y con el tiempo, la imposibilidad de lograr mejores empleos.

En cuanto a los sindicalistas de Salud, detener los hospitales es realmente nefasto porque ponen en riesgo la vida de miles de personas. Se explica que estos sindicalistas protesten porque carecen de insumos para trabajar, pero no que lo hagan para recibir las granjerías y tratos especiales de los que carece el resto de trabajadores. Los líderes mencionados no se dan cuenta o no quieren hacerlo del efecto contraproducente de sus acciones. No podrán explicar a los familiares de quienes mueran por falta de atención médica adecuada o que sufran daños permanentes a consecuencia del cierre. En el momento actual tienen el adicional problema de haberse puesto, durante la presente crisis, de manera solapada a favor del Gobierno.

El sindicalismo, como todo derecho, tiene la contraparte de la responsabilidad. Este grupo tiene enemigos a los que, con acciones como las hoy comentadas, otorga armas que serán utilizadas en su contra. Si los dirigentes no lo quieren entender, poco podrán discutir cuando sean colocados por la población entre el grupo de quienes se aprovechan indebidamente de los beneficios del sindicalismo responsable.

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