EDITORIAL
Reiterado discurso sin claro propósito
Finalmente se pudo conocer la carta que desde la Cancillería guatemalteca se les hizo llegar a los representantes de las sedes diplomáticas acreditadas en el país con el mensaje medular de que se busque que los embajadores más representativos se abstengan de “discutir y emitir opiniones de censura al Gobierno y otros actores de la vida nacional en los medios de comunicación”.
Simultáneamente, el vicepresidente Jafeth Cabrera pedía el jueves último al cuerpo diplomático cumplir con las funciones para las que fue acreditado en el país, en una clara ofensiva gubernamental que todavía no está del todo clara en sus alcances, pues uno de los riesgos que conlleva este tipo de discursos es que detrás de ese nacionalismo existan otros objetivos.
Hasta ahora cuesta creer que sean genuinas las intenciones de los gobernantes al buscar ese respeto, lo cual es loable, pero acontecimientos anteriores acrecientan la suspicacia.
Hace casi un año, en la VII Cumbre de las Américas, celebrada durante el 10 y 11 de abril, en Panamá, el entonces presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, pronunció un discurso en similares términos.
Pérez dijo esa vez: “La cooperación internacional es una herramienta importante en el marco del pleno respeto a la soberanía, el estado de Derecho y el principio de no intervención, no podemos fortalecer nuestras instituciones subordinando el ejercicio de nuestra soberanía a voluntad de terceros”.
Lamentablemente, esas palabras fueron pronunciadas cuando ya había iniciado la agonía de uno de los gobiernos más corruptos que ha tenido Guatemala, y por eso es que la interpretación que prevalece es que los gobernantes lo que menos buscan es el respeto a la soberanía, sino evitar que haya interferencias en la manera de gobernar, que por ser un ejercicio tan opaco deja mucho que desear.
Por eso es que despiertan las mismas sospechas las palabras del presidente y el vicepresidente de un gobierno que también ha empezado mal su gestión, y el oscuro proceder del mandatario hace suponer que su administración solo busca eliminar cualquier tipo de crítica a medidas erradas.
No puede alabarse una designación de ministros con el opaco procedimiento que utilizó Jimmy Morales, algo que se repitió con el nombramiento de los gobernadores, que se convirtió en uno de los más rechazados e ignoró sugerencias de sectores que aspiraban a frenar otro acto de clientelismo.
Sin embargo, esas opiniones no aplacaron ese oscuro proceder e inmediatamente se produjo otro evento lamentable, donde tampoco se pudo conocer el criterio del Ejecutivo para designar al magistrado respectivo para la integración de la Corte de Constitucionalidad, que ya ha sido ampliamente criticado.
Con esos antecedentes se torna difícil respaldar las posturas oficiales que pretenden evitar la injerencia extranjera en asuntos internos, porque simultáneamente se dan acontecimientos que contradicen el discurso y, además, pareciera ser el grupo de asesores del mandatario el que está tomando la iniciativa con esos mensajes.