SIEMPRE VERDE
Señor presidente:
En dos artículos anteriores (16 y 30 de octubre) yo abordé el tema del traslado de las familias afectadas por la tragedia de El Cambray, con la esperanza de que, al alertarlo sobre cosas que se están haciendo mal, usted pudiera corregir el rumbo. Hoy le escribo con mucha más preocupación, por varias razones. En su discurso ante estas familias, el viernes pasado, usted dijo algunas cosas que es necesario aclarar porque me parece que hay malentendidos. En primer lugar, yo no me opongo a que se les traslade a ese lugar. Lo que yo escribí —nada subrepticio porque está publicado en Prensa Libre— es que estoy consciente de su dolor, que estoy con ellos, y que permaneceré vigilante para tratar de asegurar que las cosas se hagan bien. Desgraciadamente eso no está sucediendo.
Hoy, todavía no hay licencia de construcción, ni Evaluación de Impacto Ambiental, ni licencia de tala, pero los soldados ya están arrancando la grama y moviendo tierra. Aparte de las ilegalidades en que podrían estar incurriendo las instituciones gubernamentales involucradas en el proyecto, por la prisa con que están haciendo las cosas, preocupa más todavía que no se esté tomando en cuenta la opinión de la gente afectada. Yo sé a ciencia cierta que algunas de las familias no quieren irse hasta allá y no entiendo por qué les tratan de forzar a aceptar esa decisión, diciéndoles que no sean malagradecidos, y que es allí o no habrá nada para ellos. Los sobrevivientes de El Cambray todavía están traumatizados. El cambio, de un área urbana a una rural, es drástico. Seguramente hay personas que se sentirán felices en el campo, pero hay otras que no desean irse a vivir tan lejos. Hay proyectos habitacionales listos para ser ocupados inmediatamente, en lo que los precios de las casas son muy similares a lo que se gastarán construyendo las nuevas, en lugares bastante más cercanos a la ciudad, que es donde casi todos tienen sus trabajos y sus lugares de estudio. En San José Pinula mismo, pero mucho más cerca del pueblo, hay más de cien casas disponibles.
Con todo respeto, quiero aclararle que mi interés por la ecología no es supuesto. Llevo más de 30 años defendiendo la naturaleza de Guatemala, y también los derechos de los más empobrecidos. Conozco muy bien la zona donde van a construir porque he vivido en esa región; allí está mi corazón y claro que también por eso quisiera que se hagan bien las cosas.
Reitero mi intención de colaborar con las familias afectadas que se trasladen al Manzanillo. Voy a ayudarles en todo lo que pueda. Una forma será darle seguimiento constante a todo este proceso. Otra es proponerle a usted que se haga un proyecto ecológico modelo, impecable, para las familias que sí quieren irse a vivir al campo. Todavía se puede. Ese sí que sería un legado inolvidable. Como escribiera usted, don Alejandro Maldonado Aguirre: “En política no hay sorpresas, hay sorprendidos”. Sorpréndanos bien, ¡por favor!
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