ECONOMÍA PARA TODOS
Soborno al funcionario
Con motivo del bicentenario de la Independencia de Guatemala 1821-2021, se examina la experiencia de la transparencia en la lucha contra la corrupción.
La Lección Inaugural 2018 en la Universidad del Istmo de Guatemala, por la Dra. Reyes Calderón Cuadrado lleva por título “La Experiencia de la Transparencia. El Rol de las Empresas y la Industria en la Lucha contra la Corrupción”. Seguidamente un extracto de la misma.
Hoy existe un riesgo cierto e incremental de ver en el canal de Youtube o a tiempo real la grabación de cómo se recibe o paga una coima…
Aunque nos dilatemos en el tiempo, estamos ante un escenario verdaderamente propicio para asentar un golpe mortal, para cortar el nudo gordiano y atajar sin contemplaciones el problema de la corrupción.
El momento en que vivimos es ilusionante, prometedor, pero no hay otro interlocutor que pueda empuñar la espada que va a cortar el nudo gordiano que la corporativa. Si la comunidad empresarial no recoge el guante las ventanas de oportunidad desaparecerán.
Tengo para mí que sin el liderazgo del sector privado no podremos avanzar con paso firme. La cuestión entonces se transforma a la siguiente: ¿está dispuesto el sector privado a tomar las riendas?
Pese a que, tratándose de un fenómeno opaco y muchas veces ilegal, la fiabilidad de las cifras está sujeta a las necesarias salvedades, permítanme que aporte algunos datos. El Barómetro de la Corrupción Mundial publicado por Transparencia Internacional correspondiente al año 2011, señala que las corporaciones alcanzaron un altísimo valor: 3.4 en una escala donde 5 indica la máxima corrupción. En 2016, Transparencia International realizó una encuesta en la que preguntaba a los ciudadanos cuán corruptos pensaban que eran determinados grupos e instituciones influyentes clave en su país. La policía y los representantes elegidos (congresistas, senadores, ministros, etc.) salían muy mal parados, pero los empresarios tampoco salían bien. En países tan distintos como Singapur, Holanda o Noruega, el sector empresarial era calificado por sus ciudadanos como el más corrupto.
En Guatemala, el 20% de los ciudadanos que respondieron a la encuesta de Transparencia Internacional en 2016 admitieron haber pagado un soborno a un funcionario en los últimos doce meses. Lo admitieron también el 35% de los empresarios.
Algunos informes emanados de organismos internacionales y alguna literatura científica presentan a las corporaciones como poderosos agentes depredadores quienes, movidos por su propio interés, no dudan en realizar actividades ilegales afectando a los sectores políticos o judiciales de los países donde operan. En sentido opuesto, otros sostienen que la corrupción está elevando notablemente el coste y los riesgos de hacer empresa haciendo que, muy a su pesar, algunos empresarios abandonen territorios perjudicando al empleo y el desarrollo de esos países. En suma, podemos preguntarnos qué es el sector privado, ¿una víctima o un verdugo?
Creo no equivocarme si digo que el sistema de incentivos que ronda la corrupción hace de la empresa tanto una víctima como un colaborador activo. Existe un potente incentivo a largo plazo para rechazar estas prácticas.
Trabajar en un país con pobre gobernabilidad tiene efectos negativos clarísimos sobre el sector privado: eleva los costes de transacción, dificulta el aseguramiento de los contratos, incrementa exponencialmente los riesgos de inversión y expansión, daña irremediablemente la reputación en un escenario de información a tiempo real, y pervierte la cultura ética de la compañía haciéndola más susceptible a este tipo de fraudes. Es obvio que el sector privado posee un incentivo nítido a la hora de rechazar la corrupción.