Telegrafistas
Hoy quiero rendir con este artículo homenaje a una persona que hizo carrera dentro de estas oficinas, quien empezó su trabajo como celador de líneas. Aún tengo el recuerdo vívido de su corpulento cuerpo cargando espolones para trepar los postes, un rollo de alambre y herramienta básica como alicate, martillo, cuchillas, etc. para realizar las reparaciones de la línea telegráfica, un lazo por cualquier emergencia.
También bastimento (comida) para subsistir durante el día o días en los que tenía que seguir las líneas, atravesando montañas, ríos, carreteras a pie, en extenuantes faenas desde el amanecer hasta el anochecer, con el propósito de encontrar “el daño” y proceder a su reparación. Además, debía cargar un teléfono portátil en un maletín que pesaba cerca de 15 libras para realizar las pruebas necesarias, pues las líneas telegráficas, además de los impulsos eléctricos, trasladaban mensajes de voz.
Cuando no había daños era obligatorio permanecer en la oficina, colaborando en las actividades que allí se realizaban. De tanto escuchar y luego practicar aprendió el código internacional derivado del Morse, afinando su tacto y oído. Esto lo convirtió en telegrafista, trabajo que le confiaban cuando el jefe quería tomarse descansos. En forma obligada y por escasez de telegrafistas, sin previo aviso, fue nombrado telegrafista de un pueblo que quedaba muy distante de su pueblo natal, El Chol, Baja Verapaz. Al pasar un par de años fue trasladado a su tierra, lo que cambió su vida, pues ahora era el jefe de la oficina, lo que le permitió mantener a su familia y luego su jubilación.
Este personaje es Samuel Reyes Mayén, mi señor padre, quien este 15 de febrero cumple 75 años; ejemplo de vida y quien inculcó en mí el espíritu trabajador, sembrando principios que preservo como joya preciosa para honrar su nombre y para conducirme adecuadamente en la vida. Él es parte de esa generación de forjadores del desarrollo Desconocidos, pioneros de la comunicación y de la informática que han alcanzado innovaciones insospechadas para esa época.
Feliz cumpleaños, querido padre, gracias por su esfuerzo, su lucha tesonera, su sudor desparramado en esas veredas que permitió llevar pan a nuestros cuerpos e ideas a nuestras mentes, así como el temor y amor a Dios.
samreygo@yahoo.com