SI ME PERMITE

Trabajo infantil para formar antes que generar

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“Los niños son como cemento mojado. Cualquier cosa que les siga marca en ellos una impresión”. Dr. Haim Ginott

En la realidad económica de nuestro medio, la cual afecta a muchas personas, una de las alternativas que algunas escogen es enviar a sus niños a trabajar para, de ese modo, poder aliviar las necesidades económicas.

El problema de fondo no es si los niños deben trabajar o no, el problema real es si lo que están realizando es simplemente un medio para agenciarse de ingresos económicos o si además de los recursos que perciben pueden tener ventajas que den valor agregado a su formación y a su futuro.

Es evidente que muchos trabajos, si bien es cierto que generan algún ingreso económico, al mismo tiempo están alejando al niño o a la niña de una formación y desarrollo de su persona, al punto de que cuanto más pasa el tiempo es notorio que termina destruyendo el futuro de aquellas personas que si hubieran sido orientadas y guiadas habrían podido alcanzar mejoras que determinaran la diferencia en su futuro.

La capacidad y el desarrollo de la motricidad de un niño se expanden en un tiempo determinado, lo que es una inversión para toda la vida, y para ello el adulto debe ocuparse con la actitud correcta y con los recursos adecuados para alcanzar lo propuesto. Si no se hace correctamente puede ser fatal para el resto de la vida de ellos.

Sin lugar a dudas, la vida de los niños no se trata de simplemente jugar y distraerse, estas actividades tienen su tiempo y también sus límites. Es recomendable y sano que los niños puedan ayudar a sus mayores, primeramente para poder cultivar convivencia y diálogo, además de ello puede, sin el mayor esfuerzo, llegar a desarrollar capacidades que en la vida serán de un gran valor y elemento determinante de todo lo que podrá hacer en la vida como adulto.

Hay cosas que los niños pueden hacer en forma de juego, pero en el fondo son formativas para su vida en forma introductoria, y lo que empieza siendo un juego puede ser que toda la vida se percibirá en las tareas formales en que se involucrará.

Claro está que hay cosas que deben ser aprendidas con todas las formalidades del caso porque son de vida o muerte y se deberá seguir con las instrucciones sin tener que tener que justificar por qué, pero de ello dependerá cómo podrá descubrir sus debilidades o sus fortalezas, y aun descubrir su vocación para el resto de su vida.

Cuántos de los nuestros que en su niñez estuvieron aprendiendo a comprar y vender terminaron administrando sus empresas o bien aquellos a quienes se les dio un pedacito de terreno y cuidaron de sus plantitas pudieron entender el valor de la agricultura y la disciplina de cómo cuidar sus plantitas en todo su proceso.

Los extremos son mortales para la formación de los niños, porque no se les puede exigir como que fueran adultos. Eso no es correcto, pero el opuesto de no dejarles ninguna responsabilidad puede ser tan dañino que nunca serán responsables de nada.

Cultivemos en nuestros niños el sentirse responsables del trabajo y la productividad, de modo que cuando vayan avanzando en la vida puedan ir entendiendo y apreciando lo que tienen, así como también sentirse orgullosos de lo que pueden lograr.

Todo el tiempo y el esfuerzo que podamos invertir en ellos en este terreno seguramente se nos revertirán en agradecimiento y admiración por el simple esfuerzo que se hizo en el momento correcto y en el modo adecuado.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.