FAMILIAS EN PAZ
Trabajo, un privilegio
La percepción del trabajo puede llevarnos a extremos; o la vemos como una maldición, argumentando que se trata de un castigo y como el único medio para obtener lo que deseamos. ¿Se trata de una maldición o una bendición?
Todo lo que existe es producto del esfuerzo de alguien, cuya obra revela su carácter. Siendo así, toda la creación, incluyendo la humanidad, es la expresión del trabajo de Dios, quien nos dejó la responsabilidad de transformarla, convirtiendo el trabajo en un privilegio.
Fuimos creados como seres sociales, racionales, equipados con características únicas para ejercer dominio sobre la tierra. Para lograrlo, la familia se convierte en el centro de equipamiento por excelencia: un ambiente de amor diseñado para la aceptación mutua. De esta manera, tanto el hogar como los centros de trabajo se convierten en puntos estratégicos para transformar la creación; por medio del compañerismo se desarrollan las capacidades y talentos, produciendo resultados buenos en beneficio a la humanidad.
El trabajo crea un sistema de bienestar para toda la comunidad, genera un sentido de responsabilidad para con los demás, especialmente con los que están en situación de vulnerabilidad: niños, ancianos, viudas y huérfanos, evitando que padezcan hambre o carezcan de recursos para su subsistencia. Dios mismo establece que llegado el tiempo de la cosecha no era permitido rebuscar la viña ni recoger el fruto caído, había que dejarlo para el pobre y para el forastero.
Ahora bien, de ninguna manera el trabajo debe convertirse en un fin en sí mismo, pues traerá cargas que podrían llevarnos a la destrucción. El ambiente de trabajo puede ser hostil y los resultados no siempre ser positivos, incluso la recompensa por nuestro esfuerzo puede no ser satisfactoria, pero esto no implica que sea una maldición. Por esto mismo es necesario atender la necesidad de descanso, y en una cultura que vive de prisa, que pretende lograr el éxito material a la mayor brevedad posible, hablar de reposo resulta incomprensible.
El día de reposo fue establecido desde el momento de la creación para nuestro propio beneficio. Tiene como fin que después de seis días de trabajo, apartemos uno para buscar a Dios, humillar nuestra alma, analizar nuestra conducta y buscar enmendar los errores cometidos, para encontrar el completo reposo, no solo en el aspecto físico, sino también en nuestra alma y espíritu.
No permitas que el trabajo te consuma y llegues a expresar lo mismo que Salomón cuando dijo: “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”, porque entonces habrás descuidado el potencial que Dios puso en ti.
Hoy que celebramos el Día Internacional del Trabajo quiero bendecir tu vida, agradecerte por ser parte de la fuerza productiva de nuestro país. Descansa, siéntate al lado de tu familia, de los que amas, come y disfruta del fruto de tu esfuerzo, porque esta es tu parte en la vida.
Que Dios recompense la obra de tus manos.
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