EDITORIAL
Triste espectáculo el que da la justicia
Iván Velásquez, principal figura de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, escribió ayer un tuit lapidario sobre lo que a su juicio representa la coyuntura en la que se encuentra el sistema de justicia del país, situación que avanza de manera paralela a lo que también ocurre en el campo de la política partidaria. Este fue su breve mensaje: “¡Para quienes amamos la justicia, cómo duele la corrupción de un juez! Traiciona la misión sublime de juzgar y socava la confianza ciudadana”.
El mensaje es contundente porque en una concisa reflexión engloba un cúmulo de ideas acerca de lo que ha venido ocurriendo con muchos miembros de los tres poderes del Estado, que han utilizado sus posiciones para convertirlas en ejes de poder y así enraizar un modelo enfermizo y deplorable que ha puesto a Guatemala al borde de convertirse en un Estado fallido. Esto no ha ocurrido gracias a los arrestos de decencia de otros funcionarios no proclives a la corrupción y comprometidos con fundamentos morales.
El que dos juezas y un magistrado hayan sido capturados por estar vinculados con casos de tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito es francamente deplorable, ya que ellos son representantes del más alto ideal en la impartición de justicia, y cuando ese norte se pierde puede ocurrir cualquier abuso mayor, como alejarse del fiel de la balanza concebida en el ideario jurídico como un equilibrio hacia quienes deben enfrentar a la justicia.
Como afirma Velásquez, duele mucho la corrupción de un juez, porque a través de actitudes venales se puede incurrir en muchos otros abusos que pueden causar gran daño a quienes no tienen los recursos o las palancas necesarias para inclinar esa balanza a su favor. Acerca de esto hay suficiente evidencia en los anales jurídicos del país y constituye una lamentable muestra de cuando los togados se unen a intereses oscuros y fallan a su favor. Y es que, de hecho, la mejor imagen que puede quedarle a la ciudadanía es que quien enfrenta a la justicia debe esperar resoluciones convincentes.
No es poca cosa que en un día se produzca la captura de tres personalidades vinculadas con el sistema de justicia, y esto solo demuestra que el combate de estas manifestaciones de asociación ilícita entre jueces y criminales puede lograrse con un poco de voluntad y una sólida exigencia de cero interferencia. Esta tarea debiera estar primordialmente en manos de las propias autoridades, para evitar la incrustación en las diferentes dependencias estatales de mafias que atentan contra el fortalecimiento del estado de Derecho.
Para que esto cambie es necesaria una participación más activa de todos los guatemaltecos, pues como también lo dijo el comisionado Velásquez en un tuit anterior: “Si los éxitos en la lucha contra la corrupción no se reflejan en mejoras concretas para la vida de la población, todo esfuerzo es vano”. Ciertamente, si el resto de los ciudadanos se dedica nada más a observar este triste espectáculo, pocas cosas podrán ser diferentes, pues la transformación de un país es obligación de todos.